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sábado, 10 de julio de 2021

¿Hemos de adaptar la divulgación a los "nuevos tiempos"?

Hace ya tiempo me propuse iniciar un proyecto de divulgación centrado en dos objetivos: 1) facilitar a las personas, independientemente de su formación e intereses, conocimientos básicos de lingüística para contrarrestar los efectos negativos de la propaganda difundida incluso en el propio sistema educativo y que no tiene ningún tipo de fundamentos y 2) fomentar el pensamiento crítico en una época en la que priman los mensajes excesivamente breves, sesgados, carentes de matices, los cuales llevan al atrincheramiento ideológico, a la búsqueda infinita del sesgo de confirmación, a las etiquetas fáciles y a la incapacidad de aprender algo nuevo.

Antes de entrar a explicar las conclusiones a las que he llegado tras todo este tiempo, es preciso hacer una aclaración. Más adelante, quizás, desarrolle la idea que planteo ahora. Se trata de mi visión acerca del enfoque que debemos dar a los saberes y el conocimiento. El que prima actualmente responde a la ideología que ha sido impuesta desde la mecánica de la dominación e implica la utilización de los seres humanos como mercancía de una manera más sofisticada que en el pasado. Desde este enfoque, los conocimientos que el individuo debe adquirir dependen exclusivamente de las necesidades del Estado y del Mercado, con lo cual, todos los demás son considerados inútiles. Además, establece una jerarquía irreal según el nivel socioeconómico que se puede alcanzar con cada rama del saber, lo cual es variable, pues está sujeto a las necesidades del Mercado en cada momento y a los objetivos del Estado. Si se me permite la expresión, este enfoque lo que hace es prostituir el conocimiento, que es una búsqueda intrínseca del ser humano. Las criaturas humanas, explica Casilda Rodrigáñez, nacen con curiosidad y, en un mundo no dominado por la mentalidad de la explotación, esta nunca se agotaría. Fue esa cualidad innata, la curiosidad, la que llevó a los humanos del pasado a mirar el cielo y elaborar teorías acerca del funcionamiento del Universo, y también a mirarse a sí mismos y a los demás y a buscar explicaciones acerca de todo lo concerniente a nuestra vida en este planeta. Pero no solo eso, pues, precisamente, dado que vivimos en este planeta y tenemos unas necesidades que necesitamos cubrir, nuestros antepasados no dejaron de pensar en innovaciones que ayudaran a facilitar esta tarea. Una etapa interesante fue la llamada revolución industrial en la Edad Media[1].

No podemos negar que estamos viviendo un momento de desarrollo tecnológico. Sin embargo, este está siendo llevado a cabo por la élite financiera, en connivencia con los estados e instituciones transnacionales, y busca sencillamente un mayor control de la población, cuyos miembros, al mismo tiempo, son anulados y aplastados por el sistema educativo, por el ocio hegemónico y, en fin, por la forma de vida impuesta. A esas personas se dirige mi trabajo de divulgación. Cuando comencé el proyecto, tenía la esperanza de contribuir, al menos un poco, a fomentar el pensamiento crítico, las reflexiones pausadas, el silencio interior, la lectura profunda... Pero se plantea aquí un problema. Y este es: ¿hacia dónde va la divulgación que tiene mayor repercusión? Esta utiliza las mismas formas de comunicación a las que nos ha llevado el desarrollo tecnológico implementado por las mencionadas élites. Para captar la atención de personas cuyas capacidades cognitivas (que no se malinterpreten mis palabras, por favor) han sido deterioradas deliberadamente, que no pueden leer más de unas líneas sin cansarse,  y además su nivel de lectura no pasa del literal, por lo que no pueden comprender los textos en toda su complejidad; a las que se ha acostumbrado a buscar el sesgo de confirmación y a desechar toda aquella idea diferente a través de la etiquetación, esto es, de meter todo lo que suene a... en un mismo saco sin ir más allá, sin buscar los matices, pues creen que cuando alguien lee o escucha un mensaje, esa persona está suscribiendo dicho mensaje, cuando, por el contrario, para poder hacer una crítica profunda es imprescindible conocerlo cuidadosamente y así desmontarlo con argumentos (un ejemplo es lo que hace Juan Carlos Moreno Cabrera con el nacionalismo lingüístico español. ¿Cómo podría él exponer sus falacias sin examinar detenidamente sus premisas y su uso retorcido del lenguaje?)

Así, me encuentro con el obstáculo de que para que mis mensajes lleguen, tengo que adaptarlos hasta un extremo absurdo; prácticamente tendría que mutilarlos y ceñirme todo lo posible a los siguientes criterios:

1º) Es preferible el formato vídeo al escrito.

2º) El vídeo tiene que ser dinámico, captando la atención del espectador con expresiones (verbales o gestuales) cómicas, partiendo de un tema de interés, a poder ser de moda (una serie de la que hable todo el mundo, por ejemplo).

3º) El título y la miniatura, que normalmente incluyen una breve frase, deben ser una síntesis de todo el contenido del vídeo.

4º) Este, el contenido, debe ser simple, acompañado de imágenes y animaciones.

5º) La duración debe ser corta. No más de diez minutos, si es posible.

Y podríamos añadir más. Sobre el 5º punto es relevador observar la tendencia de las redes sociales, en las cuales lo que más se fomenta son las stories (Instagram), estados (WhatsApp), shorts (Youtube), etc. Y ya de paso podríamos mencionar la terrible tiranía del like y los efectos que produce, cognitivos y espirituales. Porque sí, también es imprescindible hablar de espiritualidad, la cual no se reduce a fantasmas, seres de otro mundo, experiencias paranormales, etc. De hecho, es totalmente compatible tener una vida espiritual y ser ateo. ¿Qué significa “espiritualidad”? Podríamos definirla como una dimensión del ser humano que se centra en el lado inmaterial de la vida. Pero es que la esperanza es inmaterial, así como el amor, los pensamientos y sentimientos, y muchos otros conceptos abstractos (libertad, coraje, justicia, perseverancia...), y estos no tienen nada que ver con lo paranormal.

En cuanto a los perjuicios cognitivos, diría que el más notable es la ruptura del equilibrio entre esfuerzo y recompensa[2]: las recompensas son abrumadoras y el esfuerzo es mínimo. Esto es lo que sucede cuando te hacen la síntesis de un mensaje en el título y la miniatura de un vídeo en lugar de que tú te molestes en prestar atención, comprenderlo y ser capaz de sintetizarlo, reflexionar sobre él, contraargumentarlo, etc. Y es que la contraargumentación y la crítica profunda se han sustituido por reacciones emocionales (dislikes y comentarios brevísimos guiados por prejuicios y una lectura -o escucha, me refiero a textos hablados o escritos- literal). Sería tema de otra reflexión la cuestión de los mecanismos que hay detrás de esas reacciones emocionales. Los perjuicios espirituales, por su parte, tienen que ver con el desarrollo del sujeto, que ya no se conoce a sí mismo, porque no tiene el “espacio” mental suficiente, ya que su propia mente se ha convertido en una especie de memoria USB que acumula datos, muchas veces irrelevantes (me refiero a las numerosas publicaciones que ve cada día) y que son rápidamente sustituidos por otros nuevos. No estoy hablando de la memoria como tal, que nos sirve para aprender las tablas de multiplicar, el alfabeto, etc. y que sigue otros procesos, sino del mero consumo de información instantánea, obtenida con un simple clic o deslizando un dedo. El like, por su parte, sirve para alimentar el ego, es decir, una falsa imagen que hemos creado de nosotros mismos, y conseguir una falsa sensación de autoestima. No podemos olvidar tampoco la dimensión social, pues, por mucho que se llamen redes sociales, lo que hacen es aislar al sujeto y destruir los lazos, y este es uno de los objetivos de la crisis actual, tomando el término que emplea Esteban Vidal -se refiere a otras causas y no en concreto a las redes sociales, pero la consecuencia es la misma- “laminar el tejido social”[3].

Hay otro factor que influye en la difusión de los mensajes y es la competitividad, pues los medios digitales están diseñados de tal manera que son millones de mensajes los que compiten por captar la atención del usuario. Creo que no es necesario que mencione los criterios que hay que cumplir para lograr tener visibilidad, porque estos consisten simplemente en amoldarse a las exigencias del Mercado (y los intereses de los poderes fácticos, pues van de la mano), las cuales son cambiantes en su forma y métodos, pero no en su finalidad principal: la concentración de riqueza en pocas manos (Facebook compra WhatsApp, Amazon compra Twitch, Bayer compra Monsanto; desaparecen los agricultores y ganaderos locales mientras Mercadona y otras cadenas de supermercados se enriquecen; echan el cierre definitivo pequeños negocios a la vez que empresas como la ya mencionada Amazon ven aumentar desmesuradamente sus cifras...).

Además de todo lo expuesto, en última instancia, la obtención del saber y el desarrollo de las capacidades cognitivas, entre ellas el pensamiento crítico, dependen del propio sujeto, debido a que existe el libre albedrío. ¿Significa esto que debemos dejar de divulgar y de compartir nuestras reflexiones? En absoluto. Sigo considerando necesario que los mecanismos de la “comunicación persuasiva”[4] sean expuestos, que las nociones de lingüística estén al alcance de todos, pero no sacrificando el mensaje, porque, de alguna manera, ceñirse a los criterios impuestos por la visión hegemónica del mundo, no solo modifica la forma del mensaje, sino que mutila su contenido, al simplificarlo en exceso. El conocimiento (todo tipo de conocimiento, también el del ámbito artesanal[5], pues ya hemos dicho que la jerarquía impuesta es irreal) debe estar disponible para todo el mundo, pero es la persona la que tiene que poner su esfuerzo en ir hacia él. Por ejemplo, hay bibliotecas públicas llenas de libros, pero hay que ir hasta allí y, sobre todo, leerlos y entender lo que se lee. Del mismo modo, los conocimientos que yo (y muchas más personas) divulgo están accesibles, insisto, no solo en mis blogs, sino también en libros, conferencias o en el propio objeto de estudio, que son las lenguas naturales (y para acceder a ellas no es necesario permanecer en una biblioteca, sino escuchar a la gente, sobre todo del rural, gracias a la cual se conservan las lenguas estigmatizadas por el poder a través de sus falacias). Del mismo modo, aunque no estoy en absoluto en contra de la adquisición de conocimientos teóricos, para aprender sobre los animales, las plantas, los ríos, etc. qué mejor que observarlos. Tales perspectivas, teórica y experiencial son totalmente compatibles, pero la teórica sin la experiencial está incompleta.

A modo de conclusión, me reafirmo en mi decisión de no adaptar mi mensaje a los “nuevos tiempos”, estando en todas las redes sociales, haciendo pequeños vídeos y stories, tomando como hilo conductor un tema de moda, etc., ya que el efecto sería contrario al que busco. Frente a la forma de comunicación impuesta por el poder, hemos de reivindicar una comunicación que nos permita desarrollarnos como individuos y como seres sociales. En el primer caso, a través de la dimensión cognitiva y espiritual (reflexión, silencio interior, observación...) y, en el segundo, practicando la escucha, la empatía, la disolución del ego., etc., que son actividades opuestas a las ofrecidas por las redes sociales.



[1] Dos libros acerca de este asunto:

  • Balboa de Paz, José Antonio (1992). Ferrerías bercianas, CDN Ciencias de la Dirección.
  • Gimpel, Jean (1995). La Revolucion Industrial En La Edad Media, Taurus.

[2] Yus, Francisco. “Géneros analógicos, géneros digitales”.

[3] Vidal Pérez, Esteban (2021). Informe coronavirus. La biopolítica de la pandemia. Potlach Ediciones.

[4] De Santiago Guervós, Javier (2005). Principios de comunicación persuasiva. Arco Libros.

[5] Una de las personas que realizan esa labor es Eugenio Monesma: https://www.youtube.com/user/EugenioMonesma

jueves, 17 de diciembre de 2020

Cómo manipulan al individuo (mecanismos de evasión)

En el capítulo V de "El miedo a la libertad", Erich Fromm especifica cuáles son los mecanismos de evasión a los que recurre el individuo que se siente aislado y desea liberarse del yo a causa del terror que le produce.

Estos son tres:
-Autoritarismo (tendencias sádicas y masoquistas)
-Destructividad
-Conformidad automática
Algunos tipos de sociedad están diseñadas de tal manera que ofrecen una salida a estos impulsos al individuo, quien así puede normalizarlos y percibirse y ser percibido como una persona sana.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Claves para desarrollar el pensamiento crítico

Hoy os traigo algunas claves fundamentales para el desarrollo del pensamiento crítico. En primer lugar, tenemos que hablar del lenguaje, un componente esencial en la adquisición de conocimientos.


El lenguaje: una de las funciones superiores del cerebro

El lenguaje es una de las funciones superiores del cerebro. Aunque la información que voy a compartir ahora la podéis encontrar en distintos libros y documentos, yo estoy utilizando en concreto un pdf elaborado por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Universidad Nacional Autónoma de México. En la página 20 nos habla de las funciones superiores:

Estas siete funciones cerebrales tienen, por tanto, un papel imprescindible en nuestro desarrollo. Pero ¿cuál es el del lenguaje? 

Además, el manual de Lingüística coordinado por M. Victoria Escandell (El lenguaje humano) explica que: “El lenguaje se asocia a una capacidad de abstracción que permitió desligar la comunicación de la pura mímesis y del entorno inmediato; y permitió, igualmente, recuperar, transmitir y estructurar el conocimiento”.


El conocimiento de la realidad

Como estamos viendo, el lenguaje es imprescindible para conocer la realidad. Y nuestro conocimiento de la realidad va a determinar cómo nos relacionamos con ella. Cuanto mayor y más exacto sea ese conocimiento, mejor podremos gestionar nuestra vida.

Cuando leemos o escuchamos una palabra, es imprescindible que conozcamos a fondo su significado, pero no solo el literal. Porque por un lado está ese significado denotativo o literal y, por otro, todas las connotaciones que se asocian a esa palabra.

Ejemplo: rojo

  •  Significado denotativo: color
  • Significado connotativo: adjetivo que se empezó a usar para referirse a todo miembro perteneciente al bando republicano durante la guerra civil española y que, en determinados contextos, está cargado de un matiz despectivo, ya que se utilizó y se sigue utilizando para insultar a personas que tienen determinadas ideas.

Cuando no se tiene un conocimiento cultural o histórico, no se puede llegar a ese significado connotativo, con lo cual, la información es insuficiente.

Entonces, ¿qué necesitamos para interpretar correctamente un mensaje?

1. Conocer con la mayor exactitud posible el significado denotativo de las palabras: es una buena práctica recurrir al diccionario de vez en cuando. Además, ahora ya lo tenemos en formato de aplicación para el teléfono móvil. Para ampliar el vocabulario, también es imprescindible tener un hábito lector.

2. Conocer, asimismo, el significado connotativo: hay que tener un conocimiento de la cultura en la que se vive, de la Historia... Es el conocimiento enciclopédico o lo que llamamos cultura general. Este conocimiento enciclopédico se va adquiriendo a lo largo de toda la vida: “nunca te acostarás sin saber algo nuevo”.

3. Pero no solo hay que conocer el significado de las palabras. También es imprescindible tener en cuenta cuál es la relación que tienen las palabras entre sí, esto es, la sintaxis. Por ejemplo, el nexo “y” establece una relación de suma entre los elementos que une; el nexo “o”, de opción entre varias posibilidades; el nexo “pero”, de contraposición; etc. Entre las oraciones, puede haber coordinación o subordinación, etc. Por eso es imprescindible manejar la sintaxis, así como la gramática en general. Cuanto más profundo sea nuestro conocimiento de la lengua, más certera será la interpretación que hagamos de un mensaje.

4. Por otro lado, es muy importante saber interpretar correctamente la intención del hablante, esto es, el proceso inferencial. Y en este proceso es tan importante el lenguaje oral como el gestual, y todo el contexto en el que se está emitiendo el mensaje. Cuando hablamos de intención del hablante, no nos referimos a la intención de la persona. Me explico: imagina que estás siendo víctima de un estafador. Esta persona que desea engañarte pondrá todos sus esfuerzos en hacerte creer que dice la verdad y que es una persona de confianza. Para ello, utilizará determinados recursos (gestuales, lingüísticos, etc.). A esto se le llama ostensión

Por tanto, la intención comunicativa del hablante, de este hipotético estafador, es la de generar confianza. Una persona perspicaz y experimentada verá, por un lado, esa ostensión a través del proceso inferencial (qué me quiere comunicar el emisor), y, por otro lado, verá indicios que le lleven a sospechar de la voluntad del emisor de engañarle. Pero el estafador intentará que ese engaño no se pueda inferir de sus palabras y gestos.

Pongamos otro ejemplo en el que no está presente la voluntad de engaño: una pareja, vamos a llamarles Luisa y Juan, va a ir al cine. La película empieza a las siete, son las siete menos diez y Juan no ha terminado de prepararse. Luisa entonces le dice “son menos diez”, seguramente con una expresión ligeramente enfadada y señalando con su dedo índice su muñeca. La ostensión es clara. De sus palabras y sus gestos se extrae su intención comunicativa, que en este caso es exhortativa: la de que Juan se dé prisa para que lleguen a ver la película a tiempo.

En este caso, no hay dobles intenciones.

Como estamos viendo, la comprensión de la realidad se distribuye en distintos niveles.

<<los niños (...) comienzan usando la palabra "babau" para un perrito determinado, aunque sea de peluche, y poco a poco la van aplicando a más objetos y animales hasta que alcanza nuestra categoría "perro" >>. (¿Qué son las lenguas?, Enrique Bernárdez)

El lenguaje va de lo sencillo a lo complejo y esa complejidad se va alcanzando a lo largo de nuestra vida. En ese proceso, vamos estableciendo relaciones semánticas que nos sirven para estructurar el conocimiento.

 

Los universales de la comunicación

En el artículo Cómo nos convencen los políticos expliqué cuáles son los universales de la comunicación y cómo se utilizan desde la política, la publicidad y los medios de comunicación que sirven a los intereses de los políticos, para manipularnos. Hagamos un repaso:

·         Esclavitud de la imagen

·         Teoría de la disonancia cognitiva

·         Reciprocidad

·         Gregarismo

·         Previsibilidad

·         Principio de economía cognitiva

·         Sumisión

Estas son conductas humanas innatas que conocen y utilizan a su favor aquellos que desean ejercer poder sobre nosotros cuando aún no somos conscientes de ello. El origen de estas conductas está en nuestros primeros pasos como especie. Son "comportamientos heredados tras millones de años de adaptación y que se reflejan, fundamentalmente, en las respuestas emocionales que tienen una importancia vital en la comunicación".  (Principios de comunicación persuasiva, Javier de Santiago Guervós).

Aunque todas ellas son importantes para el tema que estamos tratando, vamos a centrarnos en la disonancia cognitiva.

La disonancia cognitiva es el “malestar psicológico o tensión interna que percibimos cuando una creencia personal se ve cuestionada por una nueva información incompatible o contradictoria”. (https://www.psicoadapta.es/blog/que-es-la-disonancia-cognitiva/)

Para resolver esta tensión, podemos hacer dos cosas: descartar la nueva información etiquetándola como ridícula, pseudocientífica, etc., sin llegar a comprobar si es cierta o no, o comprobar su veracidad y, si es necesario, hacer un reajuste en nuestras creencias.

La reacción más cómoda es la primera, pero para desarrollar el pensamiento crítico es imprescindible llevar a cabo la segunda opción: examinar la nueva información recibida y comprobar su veracidad. Este no es un proceso sencillo, ya que vivimos en un mundo que es una red de mentiras y de medias verdades. Los pasos que debemos seguir en esta parte de nuestra búsqueda dependerán del contexto concreto. Por ejemplo, si escuchamos una afirmación científica, tendremos que comprobar quién la hace, si tiene intereses, si para llegar a esa conclusión se ha seguido el método científico, etc. Y cuidado aquí, ya que en múltiples ocasiones el poder recurre a científicos      para dar a una afirmación una pátina de autoridad (la sumisión es uno de los universales de la comunicación) y, basándose en ella, poder ejecutar leyes o medidas con las que restringen nuestros derechos fundamentales. Por lo tanto, un título científico o una revista de renombre no son indicativos de que una afirmación sea científica. Lo único que pueda dar veracidad a una teoría o hipótesis es la propia naturaleza del estudio por el que se llega a esa teoría o hipótesis: si el investigador ha seguido o no el método científico. No todos los resultados de investigaciones son publicados en revistas de renombre.

Con las afirmaciones de carácter histórico sucede algo similar. Hay algunos historiadores interesados en dar una visión sesgada de determinados acontecimientos del pasado, así que es imprescindible distinguir entre un artículo o libro histórico de otro que no lo es. En el primer caso, encontrarás constantes referencias que se pueden consultar y comprobar. En el segundo, puedes encontrar o bien solo elucubraciones sin ninguna referencia o un discurso manipulado en el que sí se te ofrecen fuentes, pero solo aquellas que sirven para reforzar las ideas que se quieren difundir, mientras que se te ocultan deliberadamente aquellas que refutan lo que se dice.

La mala noticia es que aunque vayamos con pies de plomo, podemos equivocarnos alguna vez y, diciéndolo de manera coloquial, nos la pueden colar sin que nos demos cuenta. Por eso es muy importante estar siempre dispuesto a revisar aquello que creemos verídico sin, por ello, dejar de tener los pies en la tierra.

 

Conclusión

Mantener un espíritu crítico es relativamente sencillo. Alcanzar la verdad (o las verdades) no lo es, pero eso no nos exime de renunciar a ella. El desarrollo del pensamiento crítico es un proceso que dura toda la vida y que comienza en la infancia, cuando empezamos a descubrir el mundo que nos rodea y a organizar la realidad a través del lenguaje. Por lo tanto, una de las claves de este proceso es estimular esta función superior del cerebro, llegar, poco a poco, desde una comprensión literal de los mensajes que recibimos hasta una comprensión mucho más profunda, teniendo en cuenta tanto el significado denotativo como el connotativo. Pero, además, hemos de analizar la intención del hablante, tanto la comunicativa como la personal y aprender a descubrir las dobles intenciones.

Necesitamos asimismo un conocimiento cada vez mayor del contexto, de la realidad histórica, social..., tener una cultura general que nos permita interpretar correctamente los mensajes recibidos, tanto de manera oral como escrita (un tuit, un cartel publicitario, una publicación escrita o audiovisual en facebook, etc. también son mensajes).

Otra clave del proceso es la del autoconocimiento, la de identificar nuestras conductas humanas universales (esclavitud de la imagen, teoría de la disonancia cognitiva, reciprocidad, gregarismo, previsibilidad, principio de economía cognitiva y sumisión) y observar si nos están impidiendo de algún modo llegar a un conocimiento más profundo de la realidad. Pero lo más fundamental es la práctica, pues así es como verdaderamente se aprende. 




jueves, 21 de mayo de 2020

¿Hace Internet que comprendamos peor lo que leemos?

Primera parte

Hace un tiempo me pregunté de dónde vienen los problemas de inferencia que observo en las redes sociales, especialmente en Twitter. Comencé entonces a leer algunos libros y artículos para comprender si mi percepción era real y, en el caso de que lo fuera, cuál sería el origen.

¿A qué me refiero con inferencia? A la interpretación correcta de un mensaje oral o escrito, que va más allá de lo literal. Te pongo un ejemplo que suele usarse en clases de Lingüística:

Tenemos el mensaje <<Son las ocho>>. El significado literal es evidente. Si el mensaje es la respuesta del interlocutor a la pregunta <<¿Qué hora es?>>, no hay nada que interpretar, pues la intención del emisor es simplemente informar de la hora que es.

El significado cambia si el emisor del mensaje <<Son las ocho>> es un padre o una madre y el destinatario, el hijo que todavía no ha terminado de vestirse y tiene que salir de casa a las 8.05 para llegar a clase a tiempo. Entonces, la intención del emisor es que el destinatario se dé prisa.

Otro ejemplo que pone de manifiesto la importancia del contexto en la interpretación del mensaje es este:

La frase <<Os declaro marido y mujer>> no tiene validez si no se dice en el contexto adecuado ni tiene el emisor adecuado. Que yo la diga en medio de un bar a unos amigos no tiene ninguna consecuencia; en cambio, si es un cura quien lo dice en una iglesia, el mensaje tendrá repercusiones.

Lo que quiero mostrar con esto es que todos los elementos que forman parte de la comunicación son esenciales para interpretar adecuadamente el mensaje, incluido el contexto. En este primer artículo que escribí para responder a mi pregunta, te explicaba que el contexto va más allá de <<la información sobre el entorno físico inmediato o (...) los enunciados inmediatamente precedentes>> y que incluye un saber compartido por todos los hablantes o por los hablantes de una determinada cultura. Te recomiendo leerlo para comprender mejor lo que voy a desarrollar aquí.

Después de la lectura de Principios de comunicación persuasiva, me centré más en el aspecto neurolingüístico y en la influencia de Internet en los usuarios. Sobre esto último hay múltiples opiniones que suelen dividirse en dos bloques: la postura de los integrados, que ven sobre todo ventajas en la nueva era tecnológica, y la de los apocalípticos, que advierten en sus textos sobre los peligros de esta.

Debido a la coexistencia de estudios que llegan a conclusiones opuestas, te pido que no tomes mis palabras como determinantes, pues son simplemente el resultado de una reflexión y de mi propia observación.

Creo que para comprender mejor el mundo digital, es básico leer  La alfabetización digital de Daniel Cassany (puedes descargarlo clicando en este enlace: http://www.academia.edu/download/32678549/ALFAL_La_alfabetizacion_digital_DIF.pdf). Según este profesor de Análisis del Discurso, <<las prácticas digitales>> no conllevan una pérdida en las destrezas lingüísticas analógicas, ya que para utilizar Internet, es necesario tener unos conocimientos lingüísticos previos:

<<El uso del lenguaje en la red, además de exigir destrezas y conocimientos nuevos, también presupone los básicos o previos, de manera que el ED supone una extensión o un desarrollo del concepto de escritura o alfabetización>>.


Sin embargo, para otros autores el uso de la tecnología tendría consecuencias negativas en nuestra capacidad de concentración y en el nivel de comprensión.

Segunda parte

Uno de los libros que leí para documentarme sobre este tema es Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, de Maryanne Wolf. Aunque explica con detalle qué sucede en nuestro cerebro cuando leemos, no establece ninguna conclusión sobre los efectos de Internet en el mismo. Lo que sí nos cuenta es, por una parte, que leer no es un acto innato del ser humano, sino que fue necesario crear nuevas conexiones cerebrales para que nuestra especie aprendiese a leer.
<<No nacimos para leer. Los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. (...) El invento de nuestros antepasados pudo aparecer sólo gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes>>.

Y, por otra parte, Wolf apunta a la necesidad del pensamiento pausado y del silencio (me refiero a un silencio mental) que la sobreestimulación de Internet obstaculiza:

<<En la música, en la poesía y en la vida, el descanso, la pausa, los movimientos lentos son esenciales para comprender el todo. De hecho, en nuestro cerebro existen unas <<neuronas del retraso>>, cuya única función es frenar la transmisión neuronal realizada por otras neuronas durante unas meras milésimas de segundo. Éstas son las inestimables milésimas de segundo que permiten secuenciar y ordenar nuestra aprehensión de la realidad>>.

Uno de los males de nuestra época es precisamente la prisa y la ausencia de silencio, pues no hay tiempo para detenerse a observar un atardecer, a escuchar una canción (sin hacer nada más). Pero incluso los momentos en los que sí tenemos unos minutos (esperando el autobús, en la sala de espera del médico, etc.) los llenamos con esos estímulos a los que nos hemos acostumbrado en lugar de dedicarlos a simplemente estar. No es necesario acudir a prácticas espirituales de nombres rimbombantes, pues meditar no es más que <<Pensar atenta y detenidamente sobre algo>> (DLE). Si eres una persona de tendencia extravertida, te recomiendo dedicar esos momentos de espera a observarte por dentro. Si, como yo, pasas demasiado tiempo en tu interior, puedes aprovecharlos para observar lo que te rodea.

Creo que ya estamos obteniendo parte de la respuesta a la pregunta del inicio: la ausencia de reflexión pausada propia de nuestro tiempo nos lleva a conocer la realidad y a nosotros mismos de una manera superficial.

Ahora bien, habría que matizar algo, ya que no es propiamente la tecnología la que nos lleva a ese estado, sino la forma de vida occidental. Para centrarnos en los efectos de Internet, podemos acudir al doctor en Lingüística y autor de Ciberpragmática. El uso del lenguaje en internet (2001) y Ciberpragmática 2.0. Nuevos usos del lenguaje en Internet (2010).

En su artículo <<En qué difieren los géneros electrónicos de los analógicos>> habla de las consecuencias pragmático-cognitivas de Internet en los usuarios. Aunque te recomiendo leerlo entero (está accesible en la Red y es breve), voy a comentar algunos de los aspectos que trata.

Yus comienza explicando una característica cognitiva que tenemos y que consiste en la relación entre el esfuerzo mental y la relevancia de la información obtenida gracias a ese esfuerzo: << La cognición humana muestra una clara tendencia hacia la búsqueda del mínimo esfuerzo o de un esfuerzo que se vea recompensado con un interés adicional que compense el gasto de recursos cognitivos>>; <<si existe una exigencia de esfuerzo adicional, éste debe ser compensado con algún interés adicional>>. El cerebro humano, por tanto, busca en cada actividad un equilibrio adecuado entre el esfuerzo y el interés.

Uno de los problemas que presenta el entorno digital es la multitarea (estamos al mismo tiempo mirando una página web que nos ofrece múltiples posibilidades, escribiendo en el procesador de textos, chateando con un amigo, etc.):

<<el propio “espacio discursivo” donde está teniendo lugar la lectura del texto ofrece innumerables posibilidades de multi-tarea que exigirán, al mismo tiempo, la dedicación de recursos cognitivos para obtener equilibrios parciales de interés y esfuerzo, del mismo modo que ocurre con la propia lectura del texto que el usuario está acometiendo>>.

La cuestión es que nuestro cerebro no está preparado para la multitarea, ya que dispersa los recursos cognitivos. Y no solo eso. Los estudios de David Meyer  (citado en el artículo de Yus) <<muestran que cuando la gente salta de una tarea a otra la capacidad de inferencia de la información va decayendo poco a poco>>. Según Meyer, por lo tanto, la naturaleza de Internet favorecería los problemas de inferencia (comprender adecuadamente un mensaje) que te planteaba en la primera parte de este artículo.

Otro inconveniente del entorno digital es la sobreestimulación. Si bien Internet puede usarse como una herramienta para poner el conocimiento al alcance de todos, también se utiliza por parte de las empresas para vender más. Ahora, debido a la huella que dejamos en Internet, la publicidad que recibimos está personalizada según nuestros gustos. De aquí derivan otros dos problemas.

Por un lado, está el hecho de que los distintos géneros digitales compiten entre sí por la atención del usuario. Recibimos constantes reclamos: notificaciones, sugerencias y recomendaciones de Facebook, Twitter, Youtube, Instagram... Es cierto que el usuario puede desactivar esas notificaciones en su dispositivo, pero al entrar en las diferentes páginas o aplicaciones, va a encontrar invitaciones a clicar en un enlace, a compartir un elemento, etc., y esto incluso sin haber iniciado sesión, debido a <<una monitorización continua de nuestra conducta en Internet>>.

A esto se suma que lo distintos géneros nos ofrecen potentes recompensas cognitivas a cambio de un esfuerzo mínimo:

El segundo problema con el que nos encontramos es que al recibir siempre discursos personalizados, la información que obtenemos es un reflejo de lo que ya pensamos y no nos vemos en la tesitura de enfrentarnos a lo diferente (no en el sentido de lucha, sino de ponernos enfrente de ello), que es lo que para algunos autores nos lleva realmente a crecer y a aprender.

<<Nos adentramos de este modo en un camino vigilado en el que aquello sobre lo que hemos hecho clic determina qué vamos a encontrar más adelante en el camino, una especie de ratonera donde nos regocijamos en la reiteración continua de nuestros intereses>>.
Francisco Yus menciona en varias ocasiones a Nicholas Carr, autor de ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Superficiales y otras obras en las que explica la influencia negativa de Internet en el cerebro humano. Es cierto que hay autores como Clive Thompson que opinan lo contrario y señalan los beneficios cognitivos de esta herramienta, así que es trabajo de cada uno investigar más a fondo y llegar a alguna conclusión.

Pero volvamos a Carr y a nuestras dudas sobre la capacidad de inferencia. El escritor norteamericano piensa que la forma de leer ha cambiado y que el uso de la tecnología nos ha llevado a una lectura poco profunda, ya que buscamos << la eficacia de lo instantáneo y la inmediatez del estímulo por encima del sosiego y la reflexión>>. Esto afecta en gran medida a nuestra capacidad de concentración. Y no solo eso. Cuanto más nos acostumbramos a la hipertextualidad, la multimedialidad y la lectura no lineal propias de los géneros digitales, más nos cuesta dedicar nuestra atención a un texto largo y de secuencia lineal. En palabras de Yus, los nativos digitales << reniegan y se quejan cuando la información se les presenta de una forma uni-direccional, en un solo formato y exige concentración únicamente en un único discurso que hay que procesar>>.

Podríamos continuar comentando el artículo de Yus y las ideas de autores como Carr muchos párrafos más, pero mi intención era enfocarlo en la cuestión que me preocupa.

Pienso que todavía queda mucho por leer e investigar, pero, por el momento, me atrevo a concluir que, efectivamente, Internet afecta a nuestra capacidad para comprender lo que leemos. Pero podemos utilizarlo de una manera responsable y educar nuestra mente para no conformarse con <<fogonazos>> de información y seguir siendo perfectamente capaces de reflexionar de manera pausada y de leer textos de gran profundidad.

Al fin y al cabo, el problema no es tanto la herramienta como lo que el ser humano hace con ella. Sin embargo, estoy de acuerdo con Cassany en que es necesaria una alfabetización digital, no solo para adquirir destrezas a la hora de manejar un dispositivo electrónico, sino también para saber buscar y gestionar correctamente la información que recibimos.

En definitiva, no creo que sobre Internet, creo que falta conocerlo en profundidad para usarlo a nuestro favor y que no sean las empresas las que lo usen para obtener beneficios a costa del usuario.


Espero que te haya gustado este artículo y te animo a compartir tu opinión.

Cómo nos convencen los políticos

Resumen en vídeo: 



La fuente principal de este artículo es el libro Principios de comunicación persuasiva, de Javier de Santiago Guervós, y las citas donde no se señala el autor pertenecen al mismo. 
Voy a mencionar algunas conductas humanas universales en las que, tal vez, como me sucede a mí, no os veáis reflejados. Simplemente hay que tener en cuenta que se trata de una característica innata, pero que no tiene por qué determinar la actitud de todas las personas: está en nosotros, pero no nos controla necesariamente, y no a todos en la misma medida. Todo depende de la conciencia individual.


Comencé a profundizar en este asunto porque me preocupan los crecientes problemas que tienen cada vez más personas a la hora de interpretar un texto oral o escrito, especialmente si está sintetizado en una frase.

Y digo esto último porque lo que predomina es el juicio rápido: leemos un titular o un tuit y ya extraemos una serie de conclusiones sin pararnos a conocer con mayor (o con ninguna) profundidad el contexto.

Empecemos por ahí: por el contexto. ¿Recuerdas de tus clases de Lengua los factores de la comunicación?
Este esquema fue ampliado por Dan Sperber y Deirdre Wilson mediante la "Teoría de la Relevancia", que destaca la importancia del contexto en el intercambio comunicativo. El receptor no solo descodifica el mensaje, sino que, después de esto, se da el proceso inferencial.

Para Sperber y Wilson, por un lado están la codificación y descodificación y, por otro, también en el intercambio comunicativo se dan la ostensión y la inferencia. La información que se infiere no está codificada en el mensaje y es necesaria para "reconocer cuáles son las intenciones comunicativas del hablante" (Javier de Santiago Guervós: Principios de comunicación persuasiva).

El contexto "no se limita a la información sobre el entorno físico inmediato o a los enunciados inmediatamente precedentes", sino que está constituido también por la llamada información compartida o saber enciclopédico: "ideas innatas e ideas sociales que posee el ser humano como especie tras millones de años de evolución y miles de años de socialización".

Ahora bien, esta información compartida puede ser usada -y, de hecho, habitualmente es usada- como arma de manipulación, ya que no solemos ser del todo o nada conscientes de las estrategias persuasivas del emisor del mensaje. El libro que he analizado para compartir estas conclusiones (citado arriba) explica sobre todo cómo funcionan la comunicación política y la publicitaria, ya que son los sectores en los que que mayor esfuerzo se pone en convencernos.

Tienen un conocimiento de las conductas humanas universales, que se dan en nosotros de manera automática y, por lo tanto, inconsciente; así como de las ideas sociales compartidas por una comunidad, pero que difieren con las de otras comunidades. Por ejemplo, en Japón no está bien visto dejar propina, mientras que en Estados Unidos sucede lo contrario. Además de esto, se usan determinadas técnicas lingüísticas que veremos después.

El origen de las conductas humanas que vamos a explicar brevemente está en nuestra parte más irracional: son "comportamientos heredados tras millones de años de adaptación y que se reflejan, fundamentalmente, en las respuestas emocionales que tienen una importancia vital en la comunicación".

Lo primero que parece tenerse en cuenta en la comunicación persuasiva es que la emoción es anterior a la razón. El objeto de las campañas políticas y de los anuncios publicitarios es despertar determinadas emociones. En el caso de los partidos políticos, se recurre a consignas y eslóganes, y ni siquiera en el programa electoral podemos encontrar una exposición argumentada de las propuestas.

¿A qué emociones apelan? La base de todas ellas, la más primaria, es el miedo: "miedo a la soledad, al aislamiento, miedo a sentirnos vulnerables, miedo a ser depredados". Es un miedo compartido con el resto de los animales e inscrito en nuestros genes. Y este miedo nos lleva a buscar seguridad y a "dejarnos convencer". Es evidente que no somos conscientes de ello, sino que se produce en nuestro interior sin que nos demos cuenta y de forma irracional. Pero quien utiliza la comunicación persuasiva (yo me voy a centrar en el ámbito de la política) conoce muy bien estas reacciones inconscientes del ser humano.


Voy a enumerar algunos universales de la comunicación:
  • Esclavitud de la imagen: nos esforzamos en dar una determinada imagen en sociedad para parecer aceptables y no estar aislados. 
  • Teoría de la disonancia cognitiva: cuando nuestra imagen resulta dañada, se crea una disonancia que nos lleva a recomponerla para volver al equilibrio
  • Reciprocidad: cuando somos halagados, sentimos la necesidad de compensar ese halago.
  • Gregarismo: si hacemos todo lo anterior, si ponemos tanto empeño en formar parte del grupo, es porque nos da seguridad. Pensad en la imagen de arriba: un ser humano aislado corre mayor peligro. "En política (...) se sabe que hay a tendencia innata en el ser humano a adherirse a la corriente mayoritaria". 
  • Previsibilidad: buscamos lo previsible porque también nos aporta seguridad. Como señala el dicho: "mejor lo bueno conocido que lo malo por conocer".
  • Principio de economía cognitiva: entre varios pensamientos posibles, elegimos el que menor coste de procesamiento requiere.
  • Sumisión: "la sumisión no es más que una consecuencia de la inseguridad". Nos sometemos a una autoridad cuando "nos sentimos inseguros o ignorantes". La autoridad puede ser el orador (el político que adecua su imagen para mostrarse respetable), el canal (por ejemplo, una revista científica, simplemente por el hecho de serlo, se presenta como una autoridad y consideramos su contenido fiable), el contexto y el código (la belleza del mensaje, el uso de tecnicismos, que dan una falsa idea de veracidad, etc.).
¿Cómo se aplican estos principios en la política? 

En un intercambio comunicativo, las palabras solo aportan el 20% de lo que interpreta el receptor; por lo tanto, en la política, las palabras importan, sí, pero hay otros elementos igualmente importantes, como el color, la música, el contexto, la imagen... Todo ello, incluidas las palabras, busca provocar una emoción, no un razonamiento pausado y profundo.

¿Cómo lo hacen? No se dirigen al conjunto de la sociedad, sino a los llamados votos cautivos y al voto indeciso. Para ello, se utiliza "una imagen acorde con los ideales del receptor al que pretende convencer", tanto externa como ideológica. Pensad por ejemplo en Podemos, partido que se muestra como una posibilidad de cambio para personas de una opción ideológica concreta. Logró conquistar a quienes estaban relacionados o apoyaban el 15M. El aspecto de Pablo Iglesias no era casualidad, sino que se buscaba transmitir afinidad con la clase obrera, como si fuera un vecino del barrio más, alguien que lucha con "los de abajo" contra "los de arriba", la casta, el enemigo político. El pelo largo también se opone a los ideales de la derecha. Pero es solo un símbolo utilizado para persuadir.

Lo mismo sucede hoy con Santiago Abascal y otros miembros de Vox. Ofrecen una imagen seria, férrea, madura, pulcra; que coincide con los ideales que buscan transmitir.

"El cuidado de la imagen del personaje público es exquisito. Los asesores de imagen se esfuerzan por adecuar el aspecto externo a los ideales del auditorio".

En ambos casos, se apela, por una parte, a la autoimagen del votante, que se ve reflejado en sus líderes políticos. Esa autoimagen sirve para sentirse parte de algo (gregarismo), y someterse a la autoridad de su líder le aporta seguridad. La imagen política (además del mensaje, de que hablaré a continuación) da una idea de previsibilidad ("si me votas a mí, pasa esto; si votas a los otros, pasará algo malo": es el voto del miedo) y se logra recurriendo a la economía cognitiva: en plena campaña electoral, no hay matices. En las pasadas elecciones, se utilizó (hasta la saciedad) la idea de España, pero aunque es algo abstracto, casi nadie se para a preguntarse a qué se refieren realmente los políticos, qué esconde su idea de España. También responde al principio de economía cognitiva pensar que como Pablo Iglesias lleva coleta, es uno más de nosotros; o la premisa de Vox de que todos los que no siguen su línea ideológica, somos "enemigos de España".

¿Cuáles son sus recursos lingüísticos?

La selección léxica consiste en la utilización de palabras clave que despiertan emociones, fáciles de memorizar y que se van cargando de connotaciones. "Estas ya no son palabras, sino consignas (...) tan intensamente cargadas de emoción, que esta invalida por completo su sentido objetivo" (Felipe Mellizo). Ya hemos mencionado España, pero también se usan actualmente trifachito, comunista, unidad, chiringuito, inmigración, Cataluña, violencia, independentismo, cloacas, terrorismo... En el pasado teníamos casta, corrupción, Irak, Gal, felipismo...

No se usan las palabras para desarrollar un pensamiento razonado, sino para provocar una reacción: "si no nos votas a nosotros, nos gobernarán comunistas". Se menciona la palabra simplemente por cómo suena, no por su contenido. Comunismo provoca una emoción de miedo e inseguridad a un sector de la población. Muchos incluso la usan sin saber qué es realmente el comunismo. Los medios de comunicación, en manos de las élites, contribuyen a extender el miedo y los mensajes vacíos de contenido a través de los titulares. Hoy en día tenemos las redes sociales, donde mediante el uso de hashtags se potencia esta selección léxica, en un contexto en el que, en el caso de Twitter, el mensaje debe ser breve y estar muy sintetizado (economía cognitiva).

Se utiliza también esta técnica para crear una dicotomía entre buenos malos: se apropian de palabras que aluden a valores universales como justicia, libertad, democracia, eficacia, honradez..., mientras que se refieren al adversario político con palabras opuestas: "ineficacia, corrupción, desconfianza, guerra..."

Otros recursos son el uso de neologismos, tanto léxicos como semánticos, con el objetivo de resultar rimbombantes y otorgar presttigio al emisor, esto es, autoridad. Los neologismos léxicos son palabras creadas por derivación: alarmista, clientelismo, cuñadismo...; y en los neologismos semánticos, se mantiene el significante (la palabra), pero cambia el significado según el interés del partido en cuestión.

Se recurre a los tecnicismos con el mismo fin: "imprime una sensación de dominio en la materia de la que se trata, aporta esa pátina científica de seriedad que, a su vez, obstaculiza la recepción del mensaje y construye un mensaje críptico que, en ocasiones, oculta la verdad o la convierte en verdad a medias".

Más conocido es el uso de eufemismos, a través de los cuales desaparece o se minimiza lo negativo del término al que sustituyen, tratando de proporcionar seguridad.

Por último, Guervós menciona el duck-speak, término orwelliano que se refiere a decir sin decir, a dar muchas vueltas para acabar sin decir nada, algo que caracterizaba el lenguaje de Rajoy.

El autor cierra el apartado de la comunicación política con el siguiente párrafo: 
"Cuando un político emplea un tecnicismo, un neologismo, etc., lo hace con la intención del que emplea una técnica comunicativa cuyo fin último es conseguir el éxito en la adhesión a sus propuestas, plenamente consciente de la naturaleza cognitiva del receptor al que se dirige".

He tratado de sintetizar el contenido del libro para compartir lo más relevante del mismo, pero te recomiendo su lectura completa, porque la explicación es más clara y viene acompañada de variados ejemplos, además de una serie de ejercicios (con soluciones). Es muy breve y ameno, no llega a las cien páginas.

Ahora toca preguntarnos si he dado una respuesta con esto a la inquietud que me llevó a leer el libro: ¿cuál es la causa de los actuales problemas de inferencia, especialmente al leer titulares o textos breves en redes sociales? Yo he afirmado que me parecen crecientes, pero esa es mi percepción. Quizás siempre han existido.

Siendo sincera, reconozco que esto ha sido solo un comienzo: conocer los universales de la comunicación y dar una concreción a la idea conocida (yo creo) por todos de que los políticos nos manipulan (¿y entonces por qué les votamos?), me ha servido para introducirme en la cuestión, pero es solo una parte; no da una respuesta rotunda, si es que la hay.