jueves, 21 de mayo de 2020

¿Hace Internet que comprendamos peor lo que leemos?

Primera parte

Hace un tiempo me pregunté de dónde vienen los problemas de inferencia que observo en las redes sociales, especialmente en Twitter. Comencé entonces a leer algunos libros y artículos para comprender si mi percepción era real y, en el caso de que lo fuera, cuál sería el origen.

¿A qué me refiero con inferencia? A la interpretación correcta de un mensaje oral o escrito, que va más allá de lo literal. Te pongo un ejemplo que suele usarse en clases de Lingüística:

Tenemos el mensaje <<Son las ocho>>. El significado literal es evidente. Si el mensaje es la respuesta del interlocutor a la pregunta <<¿Qué hora es?>>, no hay nada que interpretar, pues la intención del emisor es simplemente informar de la hora que es.

El significado cambia si el emisor del mensaje <<Son las ocho>> es un padre o una madre y el destinatario, el hijo que todavía no ha terminado de vestirse y tiene que salir de casa a las 8.05 para llegar a clase a tiempo. Entonces, la intención del emisor es que el destinatario se dé prisa.

Otro ejemplo que pone de manifiesto la importancia del contexto en la interpretación del mensaje es este:

La frase <<Os declaro marido y mujer>> no tiene validez si no se dice en el contexto adecuado ni tiene el emisor adecuado. Que yo la diga en medio de un bar a unos amigos no tiene ninguna consecuencia; en cambio, si es un cura quien lo dice en una iglesia, el mensaje tendrá repercusiones.

Lo que quiero mostrar con esto es que todos los elementos que forman parte de la comunicación son esenciales para interpretar adecuadamente el mensaje, incluido el contexto. En este primer artículo que escribí para responder a mi pregunta, te explicaba que el contexto va más allá de <<la información sobre el entorno físico inmediato o (...) los enunciados inmediatamente precedentes>> y que incluye un saber compartido por todos los hablantes o por los hablantes de una determinada cultura. Te recomiendo leerlo para comprender mejor lo que voy a desarrollar aquí.

Después de la lectura de Principios de comunicación persuasiva, me centré más en el aspecto neurolingüístico y en la influencia de Internet en los usuarios. Sobre esto último hay múltiples opiniones que suelen dividirse en dos bloques: la postura de los integrados, que ven sobre todo ventajas en la nueva era tecnológica, y la de los apocalípticos, que advierten en sus textos sobre los peligros de esta.

Debido a la coexistencia de estudios que llegan a conclusiones opuestas, te pido que no tomes mis palabras como determinantes, pues son simplemente el resultado de una reflexión y de mi propia observación.

Creo que para comprender mejor el mundo digital, es básico leer  La alfabetización digital de Daniel Cassany (puedes descargarlo clicando en este enlace: http://www.academia.edu/download/32678549/ALFAL_La_alfabetizacion_digital_DIF.pdf). Según este profesor de Análisis del Discurso, <<las prácticas digitales>> no conllevan una pérdida en las destrezas lingüísticas analógicas, ya que para utilizar Internet, es necesario tener unos conocimientos lingüísticos previos:

<<El uso del lenguaje en la red, además de exigir destrezas y conocimientos nuevos, también presupone los básicos o previos, de manera que el ED supone una extensión o un desarrollo del concepto de escritura o alfabetización>>.


Sin embargo, para otros autores el uso de la tecnología tendría consecuencias negativas en nuestra capacidad de concentración y en el nivel de comprensión.

Segunda parte

Uno de los libros que leí para documentarme sobre este tema es Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura, de Maryanne Wolf. Aunque explica con detalle qué sucede en nuestro cerebro cuando leemos, no establece ninguna conclusión sobre los efectos de Internet en el mismo. Lo que sí nos cuenta es, por una parte, que leer no es un acto innato del ser humano, sino que fue necesario crear nuevas conexiones cerebrales para que nuestra especie aprendiese a leer.
<<No nacimos para leer. Los seres humanos inventamos la lectura hace apenas unos milenios. (...) El invento de nuestros antepasados pudo aparecer sólo gracias a la extraordinaria capacidad del cerebro humano para establecer nuevas conexiones entre estructuras preexistentes>>.

Y, por otra parte, Wolf apunta a la necesidad del pensamiento pausado y del silencio (me refiero a un silencio mental) que la sobreestimulación de Internet obstaculiza:

<<En la música, en la poesía y en la vida, el descanso, la pausa, los movimientos lentos son esenciales para comprender el todo. De hecho, en nuestro cerebro existen unas <<neuronas del retraso>>, cuya única función es frenar la transmisión neuronal realizada por otras neuronas durante unas meras milésimas de segundo. Éstas son las inestimables milésimas de segundo que permiten secuenciar y ordenar nuestra aprehensión de la realidad>>.

Uno de los males de nuestra época es precisamente la prisa y la ausencia de silencio, pues no hay tiempo para detenerse a observar un atardecer, a escuchar una canción (sin hacer nada más). Pero incluso los momentos en los que sí tenemos unos minutos (esperando el autobús, en la sala de espera del médico, etc.) los llenamos con esos estímulos a los que nos hemos acostumbrado en lugar de dedicarlos a simplemente estar. No es necesario acudir a prácticas espirituales de nombres rimbombantes, pues meditar no es más que <<Pensar atenta y detenidamente sobre algo>> (DLE). Si eres una persona de tendencia extravertida, te recomiendo dedicar esos momentos de espera a observarte por dentro. Si, como yo, pasas demasiado tiempo en tu interior, puedes aprovecharlos para observar lo que te rodea.

Creo que ya estamos obteniendo parte de la respuesta a la pregunta del inicio: la ausencia de reflexión pausada propia de nuestro tiempo nos lleva a conocer la realidad y a nosotros mismos de una manera superficial.

Ahora bien, habría que matizar algo, ya que no es propiamente la tecnología la que nos lleva a ese estado, sino la forma de vida occidental. Para centrarnos en los efectos de Internet, podemos acudir al doctor en Lingüística y autor de Ciberpragmática. El uso del lenguaje en internet (2001) y Ciberpragmática 2.0. Nuevos usos del lenguaje en Internet (2010).

En su artículo <<En qué difieren los géneros electrónicos de los analógicos>> habla de las consecuencias pragmático-cognitivas de Internet en los usuarios. Aunque te recomiendo leerlo entero (está accesible en la Red y es breve), voy a comentar algunos de los aspectos que trata.

Yus comienza explicando una característica cognitiva que tenemos y que consiste en la relación entre el esfuerzo mental y la relevancia de la información obtenida gracias a ese esfuerzo: << La cognición humana muestra una clara tendencia hacia la búsqueda del mínimo esfuerzo o de un esfuerzo que se vea recompensado con un interés adicional que compense el gasto de recursos cognitivos>>; <<si existe una exigencia de esfuerzo adicional, éste debe ser compensado con algún interés adicional>>. El cerebro humano, por tanto, busca en cada actividad un equilibrio adecuado entre el esfuerzo y el interés.

Uno de los problemas que presenta el entorno digital es la multitarea (estamos al mismo tiempo mirando una página web que nos ofrece múltiples posibilidades, escribiendo en el procesador de textos, chateando con un amigo, etc.):

<<el propio “espacio discursivo” donde está teniendo lugar la lectura del texto ofrece innumerables posibilidades de multi-tarea que exigirán, al mismo tiempo, la dedicación de recursos cognitivos para obtener equilibrios parciales de interés y esfuerzo, del mismo modo que ocurre con la propia lectura del texto que el usuario está acometiendo>>.

La cuestión es que nuestro cerebro no está preparado para la multitarea, ya que dispersa los recursos cognitivos. Y no solo eso. Los estudios de David Meyer  (citado en el artículo de Yus) <<muestran que cuando la gente salta de una tarea a otra la capacidad de inferencia de la información va decayendo poco a poco>>. Según Meyer, por lo tanto, la naturaleza de Internet favorecería los problemas de inferencia (comprender adecuadamente un mensaje) que te planteaba en la primera parte de este artículo.

Otro inconveniente del entorno digital es la sobreestimulación. Si bien Internet puede usarse como una herramienta para poner el conocimiento al alcance de todos, también se utiliza por parte de las empresas para vender más. Ahora, debido a la huella que dejamos en Internet, la publicidad que recibimos está personalizada según nuestros gustos. De aquí derivan otros dos problemas.

Por un lado, está el hecho de que los distintos géneros digitales compiten entre sí por la atención del usuario. Recibimos constantes reclamos: notificaciones, sugerencias y recomendaciones de Facebook, Twitter, Youtube, Instagram... Es cierto que el usuario puede desactivar esas notificaciones en su dispositivo, pero al entrar en las diferentes páginas o aplicaciones, va a encontrar invitaciones a clicar en un enlace, a compartir un elemento, etc., y esto incluso sin haber iniciado sesión, debido a <<una monitorización continua de nuestra conducta en Internet>>.

A esto se suma que lo distintos géneros nos ofrecen potentes recompensas cognitivas a cambio de un esfuerzo mínimo:

El segundo problema con el que nos encontramos es que al recibir siempre discursos personalizados, la información que obtenemos es un reflejo de lo que ya pensamos y no nos vemos en la tesitura de enfrentarnos a lo diferente (no en el sentido de lucha, sino de ponernos enfrente de ello), que es lo que para algunos autores nos lleva realmente a crecer y a aprender.

<<Nos adentramos de este modo en un camino vigilado en el que aquello sobre lo que hemos hecho clic determina qué vamos a encontrar más adelante en el camino, una especie de ratonera donde nos regocijamos en la reiteración continua de nuestros intereses>>.
Francisco Yus menciona en varias ocasiones a Nicholas Carr, autor de ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?. Superficiales y otras obras en las que explica la influencia negativa de Internet en el cerebro humano. Es cierto que hay autores como Clive Thompson que opinan lo contrario y señalan los beneficios cognitivos de esta herramienta, así que es trabajo de cada uno investigar más a fondo y llegar a alguna conclusión.

Pero volvamos a Carr y a nuestras dudas sobre la capacidad de inferencia. El escritor norteamericano piensa que la forma de leer ha cambiado y que el uso de la tecnología nos ha llevado a una lectura poco profunda, ya que buscamos << la eficacia de lo instantáneo y la inmediatez del estímulo por encima del sosiego y la reflexión>>. Esto afecta en gran medida a nuestra capacidad de concentración. Y no solo eso. Cuanto más nos acostumbramos a la hipertextualidad, la multimedialidad y la lectura no lineal propias de los géneros digitales, más nos cuesta dedicar nuestra atención a un texto largo y de secuencia lineal. En palabras de Yus, los nativos digitales << reniegan y se quejan cuando la información se les presenta de una forma uni-direccional, en un solo formato y exige concentración únicamente en un único discurso que hay que procesar>>.

Podríamos continuar comentando el artículo de Yus y las ideas de autores como Carr muchos párrafos más, pero mi intención era enfocarlo en la cuestión que me preocupa.

Pienso que todavía queda mucho por leer e investigar, pero, por el momento, me atrevo a concluir que, efectivamente, Internet afecta a nuestra capacidad para comprender lo que leemos. Pero podemos utilizarlo de una manera responsable y educar nuestra mente para no conformarse con <<fogonazos>> de información y seguir siendo perfectamente capaces de reflexionar de manera pausada y de leer textos de gran profundidad.

Al fin y al cabo, el problema no es tanto la herramienta como lo que el ser humano hace con ella. Sin embargo, estoy de acuerdo con Cassany en que es necesaria una alfabetización digital, no solo para adquirir destrezas a la hora de manejar un dispositivo electrónico, sino también para saber buscar y gestionar correctamente la información que recibimos.

En definitiva, no creo que sobre Internet, creo que falta conocerlo en profundidad para usarlo a nuestro favor y que no sean las empresas las que lo usen para obtener beneficios a costa del usuario.


Espero que te haya gustado este artículo y te animo a compartir tu opinión.

Cómo nos convencen los políticos

Resumen en vídeo: 



La fuente principal de este artículo es el libro Principios de comunicación persuasiva, de Javier de Santiago Guervós, y las citas donde no se señala el autor pertenecen al mismo. 
Voy a mencionar algunas conductas humanas universales en las que, tal vez, como me sucede a mí, no os veáis reflejados. Simplemente hay que tener en cuenta que se trata de una característica innata, pero que no tiene por qué determinar la actitud de todas las personas: está en nosotros, pero no nos controla necesariamente, y no a todos en la misma medida. Todo depende de la conciencia individual.


Comencé a profundizar en este asunto porque me preocupan los crecientes problemas que tienen cada vez más personas a la hora de interpretar un texto oral o escrito, especialmente si está sintetizado en una frase.

Y digo esto último porque lo que predomina es el juicio rápido: leemos un titular o un tuit y ya extraemos una serie de conclusiones sin pararnos a conocer con mayor (o con ninguna) profundidad el contexto.

Empecemos por ahí: por el contexto. ¿Recuerdas de tus clases de Lengua los factores de la comunicación?
Este esquema fue ampliado por Dan Sperber y Deirdre Wilson mediante la "Teoría de la Relevancia", que destaca la importancia del contexto en el intercambio comunicativo. El receptor no solo descodifica el mensaje, sino que, después de esto, se da el proceso inferencial.

Para Sperber y Wilson, por un lado están la codificación y descodificación y, por otro, también en el intercambio comunicativo se dan la ostensión y la inferencia. La información que se infiere no está codificada en el mensaje y es necesaria para "reconocer cuáles son las intenciones comunicativas del hablante" (Javier de Santiago Guervós: Principios de comunicación persuasiva).

El contexto "no se limita a la información sobre el entorno físico inmediato o a los enunciados inmediatamente precedentes", sino que está constituido también por la llamada información compartida o saber enciclopédico: "ideas innatas e ideas sociales que posee el ser humano como especie tras millones de años de evolución y miles de años de socialización".

Ahora bien, esta información compartida puede ser usada -y, de hecho, habitualmente es usada- como arma de manipulación, ya que no solemos ser del todo o nada conscientes de las estrategias persuasivas del emisor del mensaje. El libro que he analizado para compartir estas conclusiones (citado arriba) explica sobre todo cómo funcionan la comunicación política y la publicitaria, ya que son los sectores en los que que mayor esfuerzo se pone en convencernos.

Tienen un conocimiento de las conductas humanas universales, que se dan en nosotros de manera automática y, por lo tanto, inconsciente; así como de las ideas sociales compartidas por una comunidad, pero que difieren con las de otras comunidades. Por ejemplo, en Japón no está bien visto dejar propina, mientras que en Estados Unidos sucede lo contrario. Además de esto, se usan determinadas técnicas lingüísticas que veremos después.

El origen de las conductas humanas que vamos a explicar brevemente está en nuestra parte más irracional: son "comportamientos heredados tras millones de años de adaptación y que se reflejan, fundamentalmente, en las respuestas emocionales que tienen una importancia vital en la comunicación".

Lo primero que parece tenerse en cuenta en la comunicación persuasiva es que la emoción es anterior a la razón. El objeto de las campañas políticas y de los anuncios publicitarios es despertar determinadas emociones. En el caso de los partidos políticos, se recurre a consignas y eslóganes, y ni siquiera en el programa electoral podemos encontrar una exposición argumentada de las propuestas.

¿A qué emociones apelan? La base de todas ellas, la más primaria, es el miedo: "miedo a la soledad, al aislamiento, miedo a sentirnos vulnerables, miedo a ser depredados". Es un miedo compartido con el resto de los animales e inscrito en nuestros genes. Y este miedo nos lleva a buscar seguridad y a "dejarnos convencer". Es evidente que no somos conscientes de ello, sino que se produce en nuestro interior sin que nos demos cuenta y de forma irracional. Pero quien utiliza la comunicación persuasiva (yo me voy a centrar en el ámbito de la política) conoce muy bien estas reacciones inconscientes del ser humano.


Voy a enumerar algunos universales de la comunicación:
  • Esclavitud de la imagen: nos esforzamos en dar una determinada imagen en sociedad para parecer aceptables y no estar aislados. 
  • Teoría de la disonancia cognitiva: cuando nuestra imagen resulta dañada, se crea una disonancia que nos lleva a recomponerla para volver al equilibrio
  • Reciprocidad: cuando somos halagados, sentimos la necesidad de compensar ese halago.
  • Gregarismo: si hacemos todo lo anterior, si ponemos tanto empeño en formar parte del grupo, es porque nos da seguridad. Pensad en la imagen de arriba: un ser humano aislado corre mayor peligro. "En política (...) se sabe que hay a tendencia innata en el ser humano a adherirse a la corriente mayoritaria". 
  • Previsibilidad: buscamos lo previsible porque también nos aporta seguridad. Como señala el dicho: "mejor lo bueno conocido que lo malo por conocer".
  • Principio de economía cognitiva: entre varios pensamientos posibles, elegimos el que menor coste de procesamiento requiere.
  • Sumisión: "la sumisión no es más que una consecuencia de la inseguridad". Nos sometemos a una autoridad cuando "nos sentimos inseguros o ignorantes". La autoridad puede ser el orador (el político que adecua su imagen para mostrarse respetable), el canal (por ejemplo, una revista científica, simplemente por el hecho de serlo, se presenta como una autoridad y consideramos su contenido fiable), el contexto y el código (la belleza del mensaje, el uso de tecnicismos, que dan una falsa idea de veracidad, etc.).
¿Cómo se aplican estos principios en la política? 

En un intercambio comunicativo, las palabras solo aportan el 20% de lo que interpreta el receptor; por lo tanto, en la política, las palabras importan, sí, pero hay otros elementos igualmente importantes, como el color, la música, el contexto, la imagen... Todo ello, incluidas las palabras, busca provocar una emoción, no un razonamiento pausado y profundo.

¿Cómo lo hacen? No se dirigen al conjunto de la sociedad, sino a los llamados votos cautivos y al voto indeciso. Para ello, se utiliza "una imagen acorde con los ideales del receptor al que pretende convencer", tanto externa como ideológica. Pensad por ejemplo en Podemos, partido que se muestra como una posibilidad de cambio para personas de una opción ideológica concreta. Logró conquistar a quienes estaban relacionados o apoyaban el 15M. El aspecto de Pablo Iglesias no era casualidad, sino que se buscaba transmitir afinidad con la clase obrera, como si fuera un vecino del barrio más, alguien que lucha con "los de abajo" contra "los de arriba", la casta, el enemigo político. El pelo largo también se opone a los ideales de la derecha. Pero es solo un símbolo utilizado para persuadir.

Lo mismo sucede hoy con Santiago Abascal y otros miembros de Vox. Ofrecen una imagen seria, férrea, madura, pulcra; que coincide con los ideales que buscan transmitir.

"El cuidado de la imagen del personaje público es exquisito. Los asesores de imagen se esfuerzan por adecuar el aspecto externo a los ideales del auditorio".

En ambos casos, se apela, por una parte, a la autoimagen del votante, que se ve reflejado en sus líderes políticos. Esa autoimagen sirve para sentirse parte de algo (gregarismo), y someterse a la autoridad de su líder le aporta seguridad. La imagen política (además del mensaje, de que hablaré a continuación) da una idea de previsibilidad ("si me votas a mí, pasa esto; si votas a los otros, pasará algo malo": es el voto del miedo) y se logra recurriendo a la economía cognitiva: en plena campaña electoral, no hay matices. En las pasadas elecciones, se utilizó (hasta la saciedad) la idea de España, pero aunque es algo abstracto, casi nadie se para a preguntarse a qué se refieren realmente los políticos, qué esconde su idea de España. También responde al principio de economía cognitiva pensar que como Pablo Iglesias lleva coleta, es uno más de nosotros; o la premisa de Vox de que todos los que no siguen su línea ideológica, somos "enemigos de España".

¿Cuáles son sus recursos lingüísticos?

La selección léxica consiste en la utilización de palabras clave que despiertan emociones, fáciles de memorizar y que se van cargando de connotaciones. "Estas ya no son palabras, sino consignas (...) tan intensamente cargadas de emoción, que esta invalida por completo su sentido objetivo" (Felipe Mellizo). Ya hemos mencionado España, pero también se usan actualmente trifachito, comunista, unidad, chiringuito, inmigración, Cataluña, violencia, independentismo, cloacas, terrorismo... En el pasado teníamos casta, corrupción, Irak, Gal, felipismo...

No se usan las palabras para desarrollar un pensamiento razonado, sino para provocar una reacción: "si no nos votas a nosotros, nos gobernarán comunistas". Se menciona la palabra simplemente por cómo suena, no por su contenido. Comunismo provoca una emoción de miedo e inseguridad a un sector de la población. Muchos incluso la usan sin saber qué es realmente el comunismo. Los medios de comunicación, en manos de las élites, contribuyen a extender el miedo y los mensajes vacíos de contenido a través de los titulares. Hoy en día tenemos las redes sociales, donde mediante el uso de hashtags se potencia esta selección léxica, en un contexto en el que, en el caso de Twitter, el mensaje debe ser breve y estar muy sintetizado (economía cognitiva).

Se utiliza también esta técnica para crear una dicotomía entre buenos malos: se apropian de palabras que aluden a valores universales como justicia, libertad, democracia, eficacia, honradez..., mientras que se refieren al adversario político con palabras opuestas: "ineficacia, corrupción, desconfianza, guerra..."

Otros recursos son el uso de neologismos, tanto léxicos como semánticos, con el objetivo de resultar rimbombantes y otorgar presttigio al emisor, esto es, autoridad. Los neologismos léxicos son palabras creadas por derivación: alarmista, clientelismo, cuñadismo...; y en los neologismos semánticos, se mantiene el significante (la palabra), pero cambia el significado según el interés del partido en cuestión.

Se recurre a los tecnicismos con el mismo fin: "imprime una sensación de dominio en la materia de la que se trata, aporta esa pátina científica de seriedad que, a su vez, obstaculiza la recepción del mensaje y construye un mensaje críptico que, en ocasiones, oculta la verdad o la convierte en verdad a medias".

Más conocido es el uso de eufemismos, a través de los cuales desaparece o se minimiza lo negativo del término al que sustituyen, tratando de proporcionar seguridad.

Por último, Guervós menciona el duck-speak, término orwelliano que se refiere a decir sin decir, a dar muchas vueltas para acabar sin decir nada, algo que caracterizaba el lenguaje de Rajoy.

El autor cierra el apartado de la comunicación política con el siguiente párrafo: 
"Cuando un político emplea un tecnicismo, un neologismo, etc., lo hace con la intención del que emplea una técnica comunicativa cuyo fin último es conseguir el éxito en la adhesión a sus propuestas, plenamente consciente de la naturaleza cognitiva del receptor al que se dirige".

He tratado de sintetizar el contenido del libro para compartir lo más relevante del mismo, pero te recomiendo su lectura completa, porque la explicación es más clara y viene acompañada de variados ejemplos, además de una serie de ejercicios (con soluciones). Es muy breve y ameno, no llega a las cien páginas.

Ahora toca preguntarnos si he dado una respuesta con esto a la inquietud que me llevó a leer el libro: ¿cuál es la causa de los actuales problemas de inferencia, especialmente al leer titulares o textos breves en redes sociales? Yo he afirmado que me parecen crecientes, pero esa es mi percepción. Quizás siempre han existido.

Siendo sincera, reconozco que esto ha sido solo un comienzo: conocer los universales de la comunicación y dar una concreción a la idea conocida (yo creo) por todos de que los políticos nos manipulan (¿y entonces por qué les votamos?), me ha servido para introducirme en la cuestión, pero es solo una parte; no da una respuesta rotunda, si es que la hay.