miércoles, 21 de julio de 2021

El panhispanismo: la ideología mítica de la RAE

Poco antes de entrar en el siglo XXI, la RAE actualizó su lema, debido, en apariencia, a un cambio en su enfoque principal y en sus motivaciones. Se pasó, entonces, del mítico <<Limpia, fija y da esplendor>> al moderno <<Unifica, limpia y fija>>. Ahora bien, ¿qué motivaciones subyacen detrás de estos tres verbos? Juan Carlos Moreno Cabrera, de manera tan lúcida como siempre, nos ofrece un pormenorizado análisis[1] de la ideología que hay detrás de la RAE del siglo XXI, que, en realidad, no ha variado demasiado con respecto a aquella bajo la que se fundó.

La interpretación moderna del lema apareció en el prólogo de la ortografía de 1999, junto con una explicación según la cual, la RAE había modificado su objetivo principal:

<<La Real Academia Española ha elevado a la categoría de objetivo prioritario en los estatutos vigentes el de «velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico». Quiere esto decir que nuestro viejo lema fundacional, «limpia, fija y da esplendor», ha de leerse ahora, más cabalmente, como «unifica, limpia y fija» y que esa tarea la compartimos, en mutua colaboración, con las veintiuna Academias de la Lengua Española restantes, las de todos los países donde se habla español como lengua propia>>.

Además, según han afirmado desde entonces en distintas publicaciones, su cometido no es el de decirle a la gente cómo tiene que hablar. La norma, nos dicen en el Diccionario Panhispánico de Dudas de 2005, <<no es algo decidido y arbitrariamente impuesto desde arriba: lo que las Academias hacen es registrar el consenso de la comunidad de los hispanohablantes y declarar norma, en el sentido de regla, lo que estos han convertido en hábito de corrección, siguiendo los modelos de la escritura o del habla considerados cultos>>. Es decir, la institución  tan solo fija los usos lingüísticos de la gente. Pero al final del párrafo citado ya nos encontramos con un problema de origen ideológico: ¿quién convierte en hábito de corrección tales usos lingüísticos? Una élite culta. Esto significa que el modelo de buen hablar viene marcado por la clase dominante, pues esta es la que sabe hablar y escribir bien.

Tal como expliqué en el siguiente vídeo, la RAE sigue un criterio subjetivo, basándose en la identificación mítica de la lengua natural con el estándar, que es una elaboración artificial. Así, etiqueta de incorrectos usos de la lengua natural, de los hablantes reales, que, en muchos casos son fruto del cambio lingüístico, un fenómeno también natural, mientras que toma como modelo de buen hablar usos minoritarios extendidos solo entre la élite dominante (precisamente un ejemplo que nos pone es la pronunciación esdrújula de la palabra francesa élite, que surge de interpretar el acento francés como si se tratara del castellano).

Por lo tanto, de sus propias palabras (pero no solo de estas) deducimos que es falso que hayan renunciado a su labor prescriptivista.

Otra de las incongruencias de la RAE la encontramos en su afirmación de tener en cuenta los usos del español de América, de tal manera que no solo se recogen en la ortografía, el diccionario, etc., sino que estas obras se elaboran junto con el resto de academias de la lengua española. Sin embargo, la RAE se sigue presentando como órgano rector de la ASALE, y no solo esto, sino que, además, continua mostrando rasgos incuestionablemente mayoritarios entre el conjunto de hispanohablantes como una excepción a la norma, como es el seseo frente a la distinción entre /θ/ y /s/. Tratan tal rasgo como si fuese una deformación de la distinción /θ/-/s/, cuando en realidad el origen de la diferencia es un fenómeno, una vez más, natural, cuya causa fueron las distintas soluciones que se dieron durante el reajuste fonológico del sistema de las sibilantes, en los siglos XVI y XVIII, el cual también dio lugar al estigmatizado ceceo.

Es decir, hay una abrumadora mayoría de hablantes que pronuncian casa y caza con /s/ y otros dos grupos, mucho más reducidos, de los cuales uno pronuncia de manera distinta casa y caza y otro pronuncia ambas con /θ/. Habría que añadir que algunos lingüistas han propuesto ortografías en las que ambos fonemas estén representados tan solo por la grafía “s”, pero no digamos esto muy alto, no sea que sumamos en el espanto a los doctos académicos.

¿Qué ideología subyace tras estas decisiones? El panhispanismo, que Moreno Cabrera define en su glosario final como un tipo de nacionalismo lingüístico, según el cual <<la lengua española es el fundamento de una patria cultural común de más de cuatrocientos millones de personas>>. En los comienzos de esta ideología, se proponía a España como el eje central de la norma común, lo cual ha intentado ocultarse, poniendo como excusa términos lingüísticos totalmente tergiversados a propósito, como es el de koiné, cuyo significado real podéis leer aquí:

El mito en el que se basa el panhispanismo es el de la lengua común universal. Los apologetas del mismo afirman que es la manera de alcanzar una comunicación eficiente a través de la cual un gran número de hablantes pueda entenderse. Sin embargo, esto no es así y, por otro lado, hay mecanismos lingüísticos que sí que posibilitan la comunicación sin poner por ello en riesgo la supervivencia de otras lenguas. En la expansión del castellano como lengua común universal lo que hay es una decisión política y no un cambio lingüístico: <<Una lengua se hace hegemónica cuando es impuesta por alguien fuera de su ámbito natural>>. Para el nacionalismo lingüístico español, esta lengua es la única que sirve para la cohesión social (ya asoma aquí la idea de unidad), pues <<es la única lengua de entendimiento total o generalizado posible>>. Obviamente, detrás de esta afirmación solo hay ideas míticas, alejadas de lo que nos dice la ciencia lingüística.

Moreno Cabrera describe en su artículo dos posibles modelos de entendimiento en una comunidad:

1) Imponer una única forma de hablar para todos

2) Aprovechar proximidad de las formas para favorecer la intercomprensión: esta proximidad se da en las lenguas iberorromances, no así en el euskera, lo cual no impide que, con un mínimo de empeño, podamos llegar a entendernos los hablantes de lenguas iberorromances y los euskaldunes sin que el euskera sea minorizado.

Pues bien, el nacionalismo lingüístico español no solo se decanta por la primera opción, sino que, además, ha llevado a cabo -y continúa- una campaña de denigración del plurilingüismo, como si fuera el colmo de los males, una amenaza para la cohesión social, como si al hablar cada uno su lengua materna nos fuésemos a liar a cachiporrazos. Otra vez un mito, el de Babel, que nada tiene que ver con lo que nos muestra la lingüística.

Podríamos decir que el panhispanismo es la expresión transoceánica del nacionalismo lingüístico español (basado este en el imperialismo cultural), pues ya no solo es que haya que imponer el castellano a todo el territorio español, proyecto que, mal que les pese, nunca van a ver culminado, sino que, además, tienen que imponer la forma de hablar de la zona en la que se concentra el poder político al continente americano. Esa es la razón por la cual consideran la distinción /θ/-/s/ como la predominante, negando la realidad.

Esto sucede porque el Estado español no quiere perder el dominio sobre las antiguas colonias. La razón por la que lo hacen de manera encubierta es sencillamente la necesidad de no perder su autoridad:

<<Como sostiene del Valle, por otro lado, es necesario disociarse del colonialismo del pasado para que la docta institución pueda adquirir una legitimación cultural de fundamentación lingüística basada en los criterios de la sociedad moderna, que ha sido en alguna ocasión bautizada como hispanofonía>>.

Pero, si ahondamos aún más, nos encontramos con intereses políticos y económicos:

<<Esa afinidad cultural, sicológica y afectiva basada en la lengua común no es ni más ni menos que esa ideología lingüística a la que yo me refiero como hispanofonía. […] Es en este contexto, ante la fragilidad inherente a la hispanofonía, en el que los gobiernos españoles y los líderes empresariales movilizan estratégicamente las instituciones lingüísticas y culturales para asegurarse de que la presencia de los agentes económicos españoles en América Latina sea percibida no como la versión posmoderna de la vieja relación colonial sino como «natural» y «legítima»>>. (J. del Valle, 2007)[2]

Es decir, tras toda la palabrería con la que construyen los distintos mitos en los que se apoya el nacionalismo lingüístico, lo único que es interés económico y de control. Y, para alcanzar sus objetivos, no les importa que desaparezcan lenguas, que las personas vean dañada su autoestima al ser estigmatizadas por su forma de hablar, etc., etc. Hemos de entender esta ideología como un tentáculo más del modelo de producción actual, basado en la misma dinámica y que no tiene ningún reparo en destruir bosques, llevar a la extinción a multitud de especies, etc. con tal de seguir acumulando riqueza y, sobre todo, poder. Pero, al igual que la RAE (brazo del Estado español) disfraza sus intenciones sirviéndose de un lenguaje buenista, lo mismo hace el capitalismo, que, en su reformulación moderna, ahora finge ser verde, sostenible, inclusivo, para no perder su legitimación ante la gente y poder seguir haciendo de las suyas.



[1] Moreno Cabrera, Juan Carlos (2011). «“Unifica, limpia y fija.” La RAE y los mitos del nacionalismo lingüístico español», en S. Senz i M. Alberte: El dardo en la Academia, Barcelona: Melusina, vol. 1, pp. 157-314.

[2] Valle, J. del (2007). «La lengua, patria común: la hispanofonía y el nacionalismo panhispánico», en J. del Valle (ed.) (2007): La lengua, ¿patria común?, Madrid: Vervuert Iberoamericana, pp. 31-56.




sábado, 10 de julio de 2021

¿Hemos de adaptar la divulgación a los "nuevos tiempos"?

Hace ya tiempo me propuse iniciar un proyecto de divulgación centrado en dos objetivos: 1) facilitar a las personas, independientemente de su formación e intereses, conocimientos básicos de lingüística para contrarrestar los efectos negativos de la propaganda difundida incluso en el propio sistema educativo y que sirve a la mentalidad funcional, pero que no tiene ningún tipo de fundamentos y 2) fomentar el pensamiento crítico en una época en la que priman los mensajes excesivamente breves, sesgados, carentes de matices, los cuales llevan al atrincheramiento ideológico, a la búsqueda infinita del sesgo de confirmación, a las etiquetas fáciles y a la incapacidad de aprender algo nuevo.

Antes de entrar a explicar las conclusiones a las que he llegado tras todo este tiempo, es preciso hacer una aclaración. Más adelante, quizás, desarrolle la idea que planteo ahora. Se trata de mi visión acerca del enfoque que debemos dar a los saberes y el conocimiento. El que prima actualmente es el ya mencionado de la mentalidad funcional, la cual ha sido impuesta desde la mecánica de la dominación, que implica la utilización de los seres humanos como mercancía de una manera más sofisticada que en el pasado. Desde este enfoque, los conocimientos que el individuo debe adquirir dependen exclusivamente de las necesidades del Estado y del mercado, con lo cual, todos los demás son considerados inútiles. Además, establece una jerarquía irreal según el nivel socioeconómico que se puede alcanzar con cada rama del saber, lo cual es variable, pues está sujeto a las necesidades del mercado en cada momento y a los objetivos del Estado. Si se me permite la expresión, este enfoque lo que hace es prostituir el conocimiento, que es una búsqueda intrínseca del ser humano. Las criaturas humanas, explica Casilda Rodrigáñez, nacen con curiosidad y, en un mundo no dominado por la mentalidad funcional de la explotación, esta nunca se agotaría. Fue esa cualidad innata, la curiosidad, la que llevó a los humanos del pasado a mirar el cielo y elaborar teorías acerca de la mecánica del Universo, y también a mirarse a sí mismos y a los demás y a buscar explicaciones acerca de todo lo concerniente a nuestra vida en este planeta. Pero no solo eso, pues, precisamente, dado que vivimos en este planeta y tenemos unas necesidades que necesitamos cubrir, nuestros antepasados no dejaron de pensar en innovaciones que ayudaran a facilitar esta tarea. Una etapa interesante fue la llamada revolución industrial en la Edad Media[1].

No podemos negar que estamos viviendo un momento de desarrollo tecnológico. Sin embargo, este está siendo llevado a cabo por la élite financiera, en connivencia con los Estados e instituciones transnacionales, y busca sencillamente un mayor control de la población, cuyos miembros, al mismo tiempo, son anulados y aplastados por el sistema educativo, por el ocio hegemónico y, en fin, por la forma de vida impuesta. A esas personas se dirige mi trabajo de divulgación. Cuando comencé el proyecto, tenía la esperanza de contribuir, al menos un poco, a fomentar el pensamiento crítico, las reflexiones pausadas, el silencio interior, la lectura profunda... Pero se plantea aquí un problema. Y este es: ¿hacia dónde va la divulgación que tiene mayor repercusión? Esta utiliza las mismas formas de comunicación a las que nos ha llevado el desarrollo tecnológico implementado por las mencionadas élites. Para captar la atención de personas cuyas capacidades cognitivas (que no se malinterpreten mis palabras, por favor) han sido deterioradas deliberadamente, que no pueden leer más de unas líneas sin cansarse,  y además su nivel de lectura no pasa del literal, por lo que no pueden comprender los textos en toda su complejidad; a las que se ha acostumbrado a buscar el sesgo de confirmación y a desechar toda aquella idea diferente a través de la etiquetación, esto es, de meter todo lo que suene a... en un mismo saco sin ir más allá, sin buscar los matices, pues creen que al leer algo o escuchar un mensaje estás suscribiendo ese mensaje, cuando, por el contrario, para poder hacer una crítica profunda es imprescindible conocer cuidadosamente ese mensaje y así desmontarlo con argumentos (un ejemplo es lo que hace Juan Carlos Moreno Cabrera con el nacionalismo lingüístico español. ¿Cómo podría él exponer sus falacias sin examinar detenidamente sus premisas y su uso retorcido del lenguaje?)

Así, me encuentro con el obstáculo de que para que mis mensajes lleguen tengo que adaptarlos hasta un extremo absurdo, prácticamente tendría que mutilarlos y ceñirme todo lo posible a los siguientes criterios:

1º) Es preferible el formato vídeo al escrito

2º) El vídeo tiene que ser dinámico, captando la atención del espectador con expresiones (verbales o gestuales) cómicas, partiendo de un tema de interés, a poder ser de moda (una serie de la que hable todo el mundo, por ejemplo).

3º) El título y la miniatura, que normalmente incluye una breve frase, deben ser una síntesis de todo el contenido del vídeo.

4º) Este, el contenido, debe ser simple, acompañado de imágenes y animaciones.

5º) La duración debe ser corta. No más de diez minutos, si es posible.

Y podríamos añadir más. Sobre el 5º punto es relevador observar la tendencia de las redes sociales, en las cuales lo que más se fomenta son las stories (Instagram), estados (WhatsApp), shorts (Youtube), etc. Y ya de paso podríamos mencionar la terrible tiranía del like y los efectos que produce, cognitivos y espirituales. Porque sí, también es imprescindible hablar de espiritualidad, la cual no se reduce a fantasmas, seres de otro mundo, experiencias paranormales, etc. De hecho, es totalmente compatible tener una vida espiritual y ser ateo. ¿Qué significa “espiritualidad”? Podríamos definirla como una dimensión del ser humano que se centra en el lado inmaterial de la vida. Pero es que la esperanza es inmaterial, así como el amor, los pensamientos y sentimientos, y muchos otros conceptos abstractos (libertad, coraje, justicia, perseverancia...), y estos no tienen nada que ver con lo paranormal.

En cuanto a los perjuicios cognitivos, diría que el más notable es la ruptura del equilibrio entre esfuerzo y recompensa[2]: las recompensas son abrumadoras y el esfuerzo es mínimo. Esto es lo que sucede cuando te hacen la síntesis de un mensaje en el título y la miniatura de un vídeo en lugar de que tú te molestes en prestar atención, comprenderlo y ser capaz de sintetizarlo, reflexionar sobre él, contraargumentarlo, etc. Y es que la contraargumentación y la crítica profunda se han sustituido por reacciones emocionales (dislikes y comentarios brevísimos guiados por prejuicios y una lectura -o escucha, me refiero a textos hablados o escritos- literal). Sería tema de otra reflexión los mecanismos que hay detrás de esas reacciones emocionales. Los perjuicios espirituales, por su parte, tienen que ver con el desarrollo del sujeto, que ya no se conoce a sí mismo, porque no tiene el “espacio” mental suficiente, ya que su propia mente se ha convertido en una especie de memoria USB que acumula datos, muchas veces irrelevantes (me refiero a las numerosas publicaciones que ve cada día) y que son rápidamente sustituidos por otros nuevos. No estoy hablando de la memoria como tal, que nos sirve para aprender las tablas de multiplicar, el alfabeto, etc. y que sigue otros procesos, sino del mero consumo de información instantánea, obtenida con un simple clic o deslizando un dedo. El like, por su parte, sirve para alimentar el ego, es decir, una falsa imagen que hemos creado de nosotros mismos, y conseguir una falsa sensación de autoestima. No podemos olvidar tampoco la dimensión social, pues, por mucho que se llamen redes sociales, lo que hacen es aislar al sujeto y destruir los lazos, y este es uno de los objetivos de la crisis actual, tomando el término que emplea Esteban Vidal -se refiere a otras causas y no en concreto a las redes sociales, pero la consecuencia es la misma- “laminar el tejido social”[3].

Hay otro factor que influye en la difusión de los mensajes y es la competitividad, pues los medios digitales están diseñados de tal manera que son millones de mensajes los que compiten por captar la atención del usuario. Creo que no es necesario que mencione los criterios que hay que cumplir para lograr tener visibilidad, porque estos consisten simplemente en amoldarse a las exigencias del mercado (y los intereses de los poderes fácticos, pues van de la mano), las cuales son cambiantes en su forma y métodos, pero no en su finalidad principal: la concentración de riqueza en pocas manos (Facebook compra WhatsApp, Amazon compra Twitch, Bayer compra Monsanto; desaparecen los agricultores y ganaderos locales mientras Mercadona y otras cadenas de supermercados se enriquecen; echan el cierre definitivo pequeños negocios a la vez que empresas como la ya mencionada Amazon ven aumentar desmesuradamente sus cifras...).

Además de todo lo expuesto, en última instancia, la obtención del saber y el desarrollo de las capacidades cognitivas, entre ellas el pensamiento crítico, dependen del propio sujeto, debido a que existe el libre albedrío. ¿Significa esto que debemos dejar de divulgar y de compartir nuestras reflexiones? En absoluto. Sigo considerando necesario que los mecanismos de la “comunicación persuasiva”[4] sean expuestos, que las nociones de lingüística estén al alcance de todos, pero no sacrificando el mensaje, porque, de alguna manera, ceñirse a los criterios impuestos por la visión funcional del mundo, no solo modifica la forma del mensaje, sino que mutila su contenido, al simplificarlo en exceso. El conocimiento (todo tipo de conocimiento, también el del ámbito artesanal[5], pues ya hemos dicho que la jerarquía impuesta es irreal) debe estar disponible para todo el mundo, pero es la persona la que tiene que poner su esfuerzo en ir hacia él. Por ejemplo, hay bibliotecas públicas llenas de libros, pero hay que ir hasta allí y, sobre todo, leerlos y entender lo que se lee. Del mismo modo, los conocimientos que yo (y muchas más personas) divulgo están accesibles, insisto, no solo en mis blogs, sino también en libros, conferencias o en el propio objeto de estudio, que son las lenguas naturales (y para acceder a ellas no es necesario permanecer en una biblioteca, sino escuchar a la gente, sobre todo del rural, gracias a la cual se conservan las lenguas estigmatizadas por el poder a través de sus falacias). Del mismo modo, aunque no estoy en absoluto en contra de la adquisición de conocimientos teóricos, para aprender sobre los animales, las plantas, los ríos, etc. qué mejor que observarlos. Tales perspectivas, teórica y experiencial son totalmente compatibles, pero la teórica sin la experiencial está incompleta.

A modo de conclusión, me reafirmo en mi decisión de no adaptar mi mensaje a los “nuevos tiempos”, estando en todas las redes sociales, haciendo pequeños vídeos y stories, tomando como hilo conductor un tema de moda, etc., ya que el efecto sería contrario al que busco. Frente a la forma de comunicación impuesta por el poder, hemos de reivindicar una comunicación que nos permita desarrollarnos como individuos y como seres sociales. En el primer caso, a través de la dimensión cognitiva y espiritual (reflexión, silencio interior, observación...) y, en el segundo, practicando la escucha, la empatía, la disolución del ego., etc., que son actividades opuestas a las ofrecidas por las redes sociales.



[1] Dos libros acerca de este asunto:

  • Balboa de Paz, José Antonio (1992). Ferrerías bercianas, CDN Ciencias de la Dirección.
  • Gimpel, Jean (1995). La Revolucion Industrial En La Edad Media, Taurus.

[2] Yus, Francisco. “Géneros analógicos, géneros digitales”.

[3] Vidal Pérez, Esteban (2021). Informe coronavirus. La biopolítica de la pandemia. Potlach Ediciones.

[4] De Santiago Guervós, Javier (2005). Principios de comunicación persuasiva. Arco Libros.

[5] Una de las personas que realizan esa labor es Eugenio Monesma: https://www.youtube.com/user/EugenioMonesma