En este artículo os hago un resumen y comento algunos
aspectos de <<Del leonés al castellano>>[1],
de José Ramón Morala, director de la Cátedra de Estudios Leoneses http://cele.unileon.es.
El profesor Morala utliza como fuente los documentos
notariales, porque facilitan la identificación de <<los pasos que marcan
un cambio lingüístico en marcha>>, y se refiere a la castellanización del
leonés escrito, pues esta no se da en el mismo grado en la lengua
hablada. Sí que es cierto que hubo una gran diferencia entre el ámbito rural,
donde se conservan mejor los rasgos leoneses, y el urbano, debido a que el
habla prestigiosa llega más fácilmente a este último. Se han establecido,
además, distintas áreas geográficas que distinguen zonas más conservadoras de
las más castellanizadas, en las que se centra este estudio. Las áreas de mayor
castellanización se sitúan en el este y en el sur del dominio
leonés,<<entre la Cordillera Cantábrica por el norte y el río Duero por
el sur>>.
Aprovecho para comentar que uno de los mitos más extendidos
es el de que lo que se habla en los pueblos, especialmente en zonas aisladas,
es inferior, es habla de paletos, el resultado de la falta de cultura. Nada más
lejos de la realidad. Todo esto parte de las creencias y actitudes que tienen
los hablantes en una situación de diglosia en la que conviven la lengua de los
poderosos con una lengua minorizada y estigmatizada por estos a través de
distintas vías, como la Administración, la enseñanza, los medios de
comunicación... No habría incultura, entonces, sino que es la cultura dominante
la que no llega tan fácilmente a estas zonas.
Por desgracia, aunque ahora ya se empiezan a usar (en unas
comunidades más que en otras) las distintas lenguas maternas en ámbitos
públicos, ese mito pervive, algo a lo que contribuyen las redes sociales que,
como todo, tienen su aspecto positivo (mayor visibilización de lenguas y
variedades minorizadas, sentimiento de solidaridad, etc.) y su aspecto negativo
(difusión intencionada o inconsciente de falacias).
Volvamos al texto que nos atañe. José Ramón Morala comienza
enumerando los rasgos del leonés de finales del siglo XIII y comienzos del XIV,
cuando ya había una larga tradición de documentos notariales redactados en esta
lengua. Estos son algunos de los más característicos[2]:
- Diptongos /ua/, /ue/, /uo/ y /ia/, /ie/ procedentes de /Ĕ/ y /Ŏ/tónicas latinas: nuastros, nuestros, nuostros; bian, bien.
- Diptongación ante yod: vuecho ‘ocho’; uey, vuey ‘hoy’.
- Presencia de /i/ epentética: criancia, setenbrio, dezembrio...
- /y/ proveniente de /-LJ-/ latina (grupo L+yod intervocálico): conceyo frente al gallego concello y el castellano concejo/conceio (la “j” y la i” representaban un fonema medieval que no conservamos, el fricativo prepalatal sonoro /ʒ/, que después evolucionó a la actual jota /x/.
- Pérdida de /y/ intervocálica en palabras como mao ‘mayo’.
- Diferentes palatalizaciones de los grupos /PL/, /KL/ Y /FL/ latinos en posición inicial e intervocálica: PLANO > chano, llano, xano (esta última lleva el fonema fricativo prepalatal sordo /ʃ/.
- Conservación del grupo -MB-: lonba, palombar, plonbo...
- Palatalización de /l-/ inicial: Lleón, lleer, llabrar, lluego...
- Contracción de preposición y artículo: ena, enna, eno, enno, cona, pellos, polo...
- Diptongación en algunas formas del verbo <<ser>>: ye/yes < ĔST; yera, yeran...
- Lo mismo para la conjunción copulativa ye/ya < ĔT.
- Formas verbales analógicas con el singular:
- La primera persona del plural del pretérito perfecto simple de indicativo: mandemos con una /e/ analógica (yo mandé, nosotros mandemos).
- La tercera persona del plural del mismo tiempo: comproron con una /o/ analógica (él/ella compró, ellos/ellas comproron).
No he incluido todos los rasgos que aparecen en el texto para no alargarme, pero si tenéis interés, podéis consultarlos directamente en el libro que he citado en la nota 1.
Ya os he comentado en ocasiones cómo a medida que el poder
se centraliza cada vez más, hay una tendencia homogeneizadora y se acaban
imponiendo la lengua y los usos lingüísticos de la Corte, que adquieren prestigio
frente al resto, que son estigmatizados.
Por otro lado, también es posible que aunque en algunos ejemplos
se diese preferencia a la grafía castellana, esto no significa que estuviese
representando la fonética castellana, así que desconocemos si en palabras como concejo
o fiio ‘hijo’ la pronunciación era la castellana /ʒ/ o la leonesa
/y/.
Con el paso del tiempo, además, se pierde incluso la marca
diatópica (geográfica) y pasa a ser una marca diastrática, esto es, de clase social.
Un ejemplo es el uso que hacen algunos autores como Juan del Enzina o Lucas
Fernández para <<caracterizar el lenguaje de los pastores>>.
Sería interesante buscar algún estudio sociolingüístico que
analice la situación del leonés con respecto al castellano en esta época para
comprobar con más detalle cómo se dio este proceso.
[1]
MORALA, José Ramón, <<Del leonés al castellano>>, en Historia de la
lengua española, de Rafael Cano (coord.), Barcelona: Ariel, 2004.
Por desgracia, algunos de los mejores estudios del
leonés y del aragonés forman parte de obras en las que aún pervive el nacionalismo
lingüístico español y que se basan en el mito de que estas lenguas se acabaron
convirtiendo en dialectos del español (como afirma Inés Fernández-Ordóñez),
algo desmontado por Juan Carlos Moreno Cabrera. Este hecho no resta valor a
tales estudios.
[2]
Los ejemplos los copio de Morala.
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