Uno de los argumentos que se suelen utilizar para desprestigiar lenguas minorizadas como el leonés o el aragonés es que no tienen literatura, al contrario que la superior, según ellos, lengua castellana. En primer lugar, debemos decir que, aunque fuese cierto, la ausencia de literatura escrita en una lengua no significa que esa lengua no exista o que sea un invento moderno (otro de los mitos sobre el leonés, aragonés, euskera, etc.). Los filólogos y otros estudiosos de la lengua y la cultura sabemos que la literatura oral es tan importante como la escrita, y la idea de inferioridad se basa en una actitud supremacista hacia culturas diferentes a la predominante en Occidente. Por ejemplo, las personas que comparten tal mentalidad son incapaces de aceptar que las lenguas khoisan tienen un sistema fonológico tan complejo como el del castellano, el alemán o el inglés, ya que cada uno de los chasquidos o clics se pronuncian de manera diferente y se pueden representar en AFI:
· Clics dentales, AFI: [ǀ]
· Clics laterales, AFI: [ǁ]
· Clics bilabiales, AFI: [ʘ]
· Clics alveolares, AFI: [ǃ]
· Clics palatales, AFI: [ǂ]
En segundo lugar, estas personas desconocen que las primeras
manifestaciones escritas en romance castellano no son literarias, sino
notariales, pues en la Alta Edad Media la lengua de cultura era el latín (no
por razones lingüísticas, como ya sabemos, sino porque la consideración de las
lenguas vulgares fue un proceso que necesitó su tiempo).
La documentación notarial medieval es abundante, tanto en
castellano como en las otras lenguas peninsulares, incluido el leonés, y ha
sido ampliamente estudiada por las distintas generaciones de filólogos desde
Menéndez Pidal hasta nuestros días.
¿De cuándo datan los primeros testimonios literarios de la
Península Ibérica escritos en romance? Las jarchas, del siglo XI, serían las
más tempranas manifestaciones en nuestro territorio. Se trataba de versos en
romance mozárabe, extraídos de la lírica popular e insertados en las moaxajas
por poetas cultos árabes y hebreos.
La lírica gallegoportuguesa, tan prestigiosa en su momento, vive
su época de máximo esplendor en los siglos XIII y XIV, sin embargo, era
primordialmente cantada y solo se empieza a recoger con regularidad en
cancioneros a partir del XIV, aunque existen algunos manuscritos
anteriores. Es probable que las cantigas
de amigo compartan con las jarchas y con otro tipo de composiciones líricas
europeas similares un sustrato común y se remontarían a una época bastante
antigua.
En cuanto al aragonés, uno de los primeros documentos
escritos es la crónica Liber Regum,
redactada seguramente entre 1194 y 1211 y que “[s]e considera el primer texto
histórico de extensión considerable escrito en una lengua peninsular”[1].
Otro texto aragonés de notable importancia es el poema juglaresco Razón Feita d’Amor, de comienzos del
siglo XIII (h. 1205).
Algo anterior es uno de los primeros testimonios literarios
en lengua catalana, las Homilies d’Organyà,
texto de carácter religioso compuesto a finales del siglo XII y descubierto a
comienzos del XX en la iglesia de Santa Maria d’Organyà. Otra figura importante
de la literatura en catalán que dejó su obra por escrito es Ramon Llull, del
siglo XIII.
También encontramos literatura escrita en castellano en la Edad Media. Una de las manifestaciones más antiguas es el Cantar de Mio Cid. Si bien no tenemos clara la fecha de composición, la única copia conservada data, en opinión de algunos autores, de 1307, pues restituyen una C borrada en el manuscrito, firmado por Per Abbat en mill e CC XLV (era hispánica). En el caso de que esta teoría no sea correcta, el manuscrito habría sido elaborado en 1207. Pero esto no significa que no existiese una tradición épica anterior, solo que era de carácter oral, tanto en el caso castellano como, en general, en los cantares de gesta europeos, que eran cantados por los juglares.
La lengua leonesa abunda sobre todo en documentos notariales
y en literatura de tradición oral, que, como hemos apuntado, es tan relevante
como la escrita. En
este artículo os expliqué que el leonés se va dejando de usar por escrito a
partir del siglo XV, debido al prestigio otorgado al castellano, la lengua del
centro de poder. Recordemos que la unión definitiva de los reinos de León y
Castilla bajo la Corona de Castilla tiene lugar en 1230 y, aunque se sigue
conservando el derecho y las costumbres particulares de cada reino, el
castellano se impone como lengua de prestigio y la lengua leonesa perdurará en
la literatura del XVI como mero elemento de folclore, como nos muestran las
piezas teatrales de Juan del Enzina, Lucas Fernández…, que usarán el denominado
sayagués para caracterizar a sus personajes rústicos.
No obstante, nos encontramos con obras fundamentales de la
literatura hispánica[2]
que son probablemente leonesas o, al menos, contienen leonesismos. Con respecto
al Libro de Alexandre, no existe
unanimidad sobre la lengua en la que está escrito. Menéndez Pidal y otros
autores optan por la hipótesis de que fuese escrito originalmente en leonés,
mientras que Joan Coromines, entre otros filólogos, cree que un copista leonés
habría añadido los rasgos de su lengua a un original castellano.
El poema titulado Debate
de Elena y María, conservado en un único manuscrito de enorme valor y
compuesto en el siglo XIII, para Pidal, está escrito en leonés, aunque tiene
presencia de elementos castellanos y gallegoportugueses.
El mismo autor considera otra obra relevante, el Poema de Alfonso Onceno, “una de las
últimas obras de la literatura leonesa”. Escrito por Rodrigo Yáñez en 1348, se
trata de una crónica en verso del rey Alfonso XI, bisnieto de Alfonso X “el
Sabio”.
Ya he mencionado que la tradición oral es de tanta
importancia como la literatura escrita. El origen de la lírica, la épica y el
teatro no es escrito, aunque después se plasme en manuscritos e impresos. Uno
de los géneros de gran riqueza de la literatura hispánica es el de los romances,
predominantemente recitados de manera oral, si bien acabó surgiendo un interés
por conservarlos por escrito. Este género se ha desarrollado especialmente en
las culturas castellana, sefardí y leonesa, como pone de manifiesto para esta
última la antología
de David Álvarez Cárcamo.
Una de las causas de que se hayan conservado las
composiciones orales leonesas a lo largo de los siglos es la costumbre del filandón,
una reunión que tiene lugar por las noches y en la que se cuentan cuentos y
leyendas, romances, etc. alrededor de un fuego mientras los vecinos y vecinas
realizan tareas artesanales. El filandón perdura hasta nuestros días y ha sido
declarado Bien de Interés Cultural por las Cortes de Castilla y León.
Con toda esta información, hemos demostrado que la creencia
de que una comunidad que no pone por escrito su literatura no es inferior a
aquellas que sí lo hacen. De hecho, existen lenguas ágrafas y no por ello son
inferiores a las culturas que tienen escritura. Pero es que es mentira, como he
leído estos días y como se suele argumentar erróneamente cada vez que se toma
cualquier medida a favor de las lenguas minorizadas, que no exista literatura
leonesa escrita. Y lo mismo se puede aplicar a la aragonesa. Estas lenguas
corren especial peligro en nuestros días debido al nacionalismo lingüístico
español, a la globalización, al abandono del mundo rural, etc. Sin embargo,
existe entre las generaciones jóvenes un interés en recuperar la lengua y la
tradición de sus padres y abuelos. Desde el ámbito político, quizás no se hace
lo suficiente por estas lenguas, ya que, como digo, cada medida se recibe por
ciertos sectores con desaprobación y agresividad verbal basada en falsas
creencias. Por eso es fundamental ofrecer datos y argumentos sólidos que
contribuyan a ofrecer una consideración social positiva de estas lenguas.
[1]
Gran Enciclopedia Aragonesa: http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=7956&voz_id_origen=59
[2] Utilizo
aquí la primera acepción del DLE: “Perteneciente o relativo a la antigua
Hispania o a los pueblos que formaron parte de ella”, lo que engloba las
distintas lenguas peninsulares y no hace referencia solo al castellano.
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