Uno de los mitos más extendidos sobre la lengua es la
identificación de lo que cada uno hablamos con el castellano estándar, que es otra
variedad más del castellano y que sirve como modelo
de buen uso de la lengua para la comunicación formal, predominantemente escrito
y creado de manera artificial.
¿PARA QUÉ SIRVE ESTANDARIZAR UNA LENGUA?
Todas las lenguas son heterogéneas y tienden a la
fragmentación. La función principal de la estandarización es evitar esta
fragmentación y favorecer la comprensión mutua. Al mismo tiempo, se fomenta la
conciencia de hablar una misma lengua, como sucede con el Pǔtōnghuà (chino
estándar), a pesar de que entre las lenguas de China hay problemas de inteligibilidad
mutua y las diferencias son como las que existen entre el inglés y el neerlandés.
Otro objetivo de la estandarización es proporcionar un
instrumento para la comunicación formal.
ETAPAS DE FORMACIÓN DEL ESTÁNDAR (Haugen, 1966)
1. Selección de una variedad: normalmente la variedad que se
elige como base del estándar es la que está asociada al centro de poder político
o económico (la variedad de la Corte o de la capital), debido a su prestigio.
También puede elegirse la variedad con mayor número de hablantes o mayor
extensión geográfica. En otras ocasiones, se opta por una variedad sincrética compuesta
por rasgos de algunas variedades “con lo cual el estándar no se identifica
únicamente con un dialecto" (Edita Gutiérrez Rodríguez, 2009). Este es el caso del euskera
batua.
El inconveniente de este primer paso es que siempre hay
variedades que resultan desprestigiadas. Es lo que ha pasado durante muchos
años con la variedad andaluza, cuyos hablantes ocultaban su acento en
determinadas situaciones, como en los medios de comunicación.
2. Codificación: el siguiente paso consiste en darle forma a
la lengua estándar mediante la elección de normas ortográficas y la creación de
una Gramática normativa y de un diccionario. Esto requiere elegir entre varios
usos: por ejemplo, en castellano, entre la pronunciación /s/ y /ɵ/ de “zapato” o “cerilla”,
se elige /ɵ/, que es minoritaria entre todo el conjunto de hispanohablantes.
Asimismo, se elige una “u” con diéresis para el sonido /gwi/ “pingüino” y la
grafía “gu” en palabras como “guitarra”, en las que la “u” no se pronuncia.
Como tal vez sepáis, en el DLE no aparecen todas las
palabras que usan los hispanohablantes, lo que quiere decir que, contrariamente
a lo que se piensa, el hecho de que una palabra no esté recogida en el diccionario
no significa que no exista. Tal como apuntaban algunos de mis profesores, si algo se
dice, ya existe. Otro asunto es que no forme parte de la variedad estándar del
castellano.
El primer diccionario académico del castellano es el Diccionario
de Autoridades (1726-1739) y la primera gramática académica es la Gramática
de la Lengua Castellana de 1771.
3. Implementación: una vez codificada la variedad estándar,
es necesario aplicar unas medidas para que se utilice en la enseñanza, los
medios de comunicación, la política, la administración...
4. Elaboración: la variedad estándar codificada en el paso 2
no es inmutable, sino que las reglas pueden ir cambiando a lo largo del tiempo.
La última gramática académica del castellano fue elaborada en 2009 e introdujo
algunas novedades, como la eliminación de la tilde en palabras como “guion”,
que se considera monosílaba.
ESCANDELL VIDAL, M. Victoria (Coord.) (2009), El lenguaje humano. Madrid, Editorial Universitaria Ramón Areces. |
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